Muchas veces, el cerebro humano es comparado con una computadora muy compleja que, en lugar de circuitos eléctricos de chips, contiene miles de millones de células, las neuronas.
La sensación de placer es la forma en que el cerebro identifica y refuerza conductas beneficiosas como comer, socializar o tener actividad sexual. Las neuronas, y los circuitos cerebrales, están diseñados para aumentar las probabilidades de que repitamos las actividades placenteras.
La dopamina, que comunica las neuronas, es un componente esencial de este proceso, porque cada vez que el circuito de recompensa se activa a raíz de una experiencia sana y placentera, este neurotransmisor envía la señal de que está sucediendo algo importante y es necesario recordarlo.
El azúcar, omnipresente en la dieta moderna, tiene un impacto profundo en el cerebro, porque activa los centros de recompensa de manera similar a las drogas adictivas.

Por qué el azúcar activa el centro de recompensa del cerebro
El descubrimiento de cómo funciona el azúcar en el centro de recompensa explica por qué es tan difícil resistir los alimentos azucarados y por qué su consumo excesivo ya es un problema de salud pública.
Distintas investigaciones comprobaron que cuando consumimos azúcar, se desencadena una cascada de reacciones en nuestro cerebro. La señal del sabor dulce activa el sistema de recompensa y se libera dopamina. Este mecanismo, que ayuda a identificar alimentos nutritivos, ahora es una trampa en un mundo donde el azúcar es abundante y fácilmente accesible.
A diferencia de otros alimentos, el azúcar provoca una liberación de dopamina cada vez que se consume, sin que se produzca la habituación normal. Este fenómeno es similar a lo que ocurre con las drogas adictivas, lo que explica por qué muchas personas experimentan antojos intensos por alimentos azucarados.
Un estudio realizado en la Universidad de Aarhus, Dinamarca, demostró que el consumo de azúcar puede alterar significativamente el cerebro en tan solo 12 días. Los investigadores observaron cambios importantes en los sistemas de dopamina y opioides del cerebro de cerdos después de este breve período de consumo de azúcar.

Sorprendentemente, el sistema opioide, asociado con el bienestar y el placer, se activó incluso después de la primera ingesta de azúcar. Estos hallazgos sugieren que el azúcar puede tener un efecto rápido y potente en los circuitos de recompensa.
Sin embargo, el consumo de azúcar no solo afecta al cerebro: también influye en el sistema digestivo. Al ingerir alimentos azucarados, también se activan receptores en el intestino que indican al cerebro que debe liberar insulina. Este proceso puede llevar a fluctuaciones en los niveles de azúcar en sangre, lo que a su vez puede provocar más ganas de consumir alimentos azucarados. Un ciclo vicioso difícil de romper.
El consumo excesivo de azúcar no solo tiene efectos inmediatos en el cerebro, sino que también puede tener consecuencias a largo plazo. Estudios sugieren que una dieta alta en azúcar puede contribuir al deterioro de las funciones cognitivas con el tiempo.
Además, la reducción de receptores dopaminérgicos y opioides observada en estudios con animales implica que se necesitaría una mayor cantidad de azúcar para alcanzar el mismo nivel de satisfacción, lo que podría llevar a un consumo cada vez mayor.
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