Durante tres décadas, millones de familias argentinas disfrutaron de las atracciones del Ital Park, el parque de diversiones más famoso de la ciudad de Buenos Aires, ubicado en el cruce de las avenidas del Libertador y Callao.
El Ital Park, que había sido inaugurado en 1960 por la familia Zanon, cerró sus puertas en 1990, luego de la muerte de una adolescente ocurrida en su juego Matterhorn.
Pocos saben que, en ese mismo lugar, durante un período similar, a principios del siglo XX, funcionó otro parque de diversiones.
Con una temática diferente, inspirada en las tradiciones japonesas, ese parque llegó a convocar a más de 150.000 personas por semana.

Cuál fue el primer parque de diversiones en Argentina: historia y curiosidades
El primer Parque Japonés nació en 1903 cuando la Municipalidad porteña aprobó un proyecto para crea un jardín de estilo oriental, según recuerda un artículo del sitio Aikawa. Agrega que este “proyecto inicial, ideado por Carlos Thays, director de Parques y Paseos, contemplaba casas de té, un templo y extensos jardines, pero no un parque de diversiones”.
La construcción del Parque Japonés recayó en el arquitecto Alfred Zucker, que había puesto su firma en el Hotel Plaza y en el edificio de la empresa Villalonga, dos edificios emblemáticos de la Buenos Aires de entonces.
“Inaugurado el 4 de febrero de 1911, el parque ocupaba seis hectáreas en el antiguo Paseo de Julio (Avenida del Libertador) y Callao. La inversión para su construcción fue de dos millones de pesos, una cifra considerable para la época, lo que refleja la magnitud del proyecto”, dice el sitio.
Agrega que “desde su apertura, el Parque Japonés se convirtió en un éxito: en su primera semana de funcionamiento, más de 150.000 personas cruzaron sus puertas”.
La construcción más llamativa del Parque era una gran réplica del Monte Fuji, un Circo Romano y dos grandes lagos artificiales. La revista Caras y Caretas llegó a afirmar que el Parque Japonés era “mejor y más completo que el Coney Island, el Luna Park de París, o la gran White City, de Londres”.
El Monte Fuji era una estructura de madera, recubierta con material que simulaba piedra, ubicada en el centro del Parque. Sus laderas estaban recorridas por 1400 metros de vías, por las que circulaba el tren panorámico, compuesto por dos vagones, que ofrecía un recorrido a través de túneles, valles y precipicios.

En el interior del Monte Fuji, además, había un estanque con grutas decoradas con estalactitas y estalagmitas. Y contaba con un restaurante, La Taberna del Fuji-Yama, donde los visitantes podían disfrutar de un refrigerio mientras iraban las vistas panorámicas.
El Gran Lago y el Lago Menor estaban conectados por una cascada y ofrecían diversas actividades. El primero era el más extenso y permitía la navegación en canoas y góndolas. En su centro estaban las Islas de las Geishas, pequeñas construcciones con techos curvos que evocaban la arquitectura tradicional japonesa.
En las orillas del Lago Menor estaban las ruinas del Taj Mahal, que se conectaban con el tren panorámico y con el Water Chute, un tobogán acuático.
Luego de sobrevivir a un primer incendio, en 1912, y de ser restaurado, el 26 de diciembre de 1930 las llamas redujeron a cenizas gran parte de sus instalaciones. El incendió comenzó en la montaña rusa y consumió con rapidez al emblemático Monte Fuji.
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