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      Cementerios monumentales y mataderos que marcaron un estilo: los extravagantes edificios de Francisco Salamone

      • Las complejas edificaciones dispersas por la Provincia de Buenos Aires parecen salidas de la película Metrópolis, y fueron creadas por el reconocido arquitecto.
      • Hizo más de 60 obras en sólo cuatro años y su trabajo dejó un legado. Las obras más destacadas.

      Cementerios monumentales y mataderos que marcaron un estilo: los extravagantes edificios de Francisco Salamone El Cementerio de Saldungaray, diseñado por el mítico arquitecto Francisco Salamone. Foto: Martín Aurand.

      Si la reciente nominada en los Oscars The Brutalist retrataba en una ficción a un ambicioso arquitecto inmigrante de obras monumentales, en Argentina esa historia es real en la figura de Francisco Salamone, cuya vida se encuentra envuelta en leyendas y cuya obra genera una inacabable atracción y fanatismo.

      Viajando por pueblos y pequeñas ciudades de la Provincia de Buenos Aires, se puede notar un paisaje único en el que se repiten extrañas municipalidades, mataderos, cementerios y plazas que parecen salidas de la película Metrópolis de Fritz Lang.

      Ese mismo paisaje observó el arquitecto René Longoni cuando a mitad de los 90 pasó por Azul en un viaje de investigación y conoció su cementerio. Se quedó impactado, y fue el comienzo de una profunda investigación que viene llevando a cabo desde entonces, con muchos artículos y libros publicados.

      El Cementerio de Azul. Foto: Martín Aurand.El Cementerio de Azul. Foto: Martín Aurand.

      Sin embargo, la tarea era justamente “salamónica” ya que faltaba el corazón de su historia; su archivo personal estaba perdido. Así, se fueron recogiendo piezas a lo largo de los años, hasta componer lo más parecido a una biografía.

      Una vida envuelta en mito

      Francisco Salamone nació en Sicilia el 5 de junio de 1897. Su familia fue parte de las olas de inmigraciones europeas, promovidas por el gobierno nacional en aquel entonces, arribando al país en 1903.

      Su padre, Salvatore, era constructor, lo que habría inspirado a Francisco en su oficio, que se recibió de Maestro Mayor de Obras en la prestigiosa Escuela Técnica Otto Krause y que más tarde, saldría tanto como ingeniero arquitecto como ingeniero civil de la Universidad Nacional de Córdoba.

      Algunas de las arquicaricaturas expuestas por Salamone en 1932 y 1933 en la Confitería Oriental. Material cedido por Martín Aurand.Algunas de las arquicaricaturas expuestas por Salamone en 1932 y 1933 en la Confitería Oriental. Material cedido por Martín Aurand.

      Salamone pasó la primera gran parte de su oficio en dicha provincia levantando obras de carácter neocolonial y realizando un intento de carrera política dentro de la UCR, sin mucho éxito.

      Pero tal vez lo que más llama la atención de aquel periodo son sus exposiciones de arquicaricaturas, dibujos cercanos a una impronta cubista que retrataban a famosas personalidades de la época, como Stalin, Churchill o celebridades locales del momento.

      La Ruta de Salamone

      Martín Aurand es fotógrafo, y como muchos salamónicos, se vio hechizado por su obra en 2007 al conocer Azul. Viajó por la Provincia de Buenos Aires, haciendo un relevamiento de la obra del arquitecto. Fruto de su trabajo es el libro de crónicas y fotografías Ruta Salamone, agotado pero del cual se avecina una nueva edición.

      Matadero de la localidad de Puan diseñado por Francisco Salamone. Foto: Martín Aurand.Matadero de la localidad de Puan diseñado por Francisco Salamone. Foto: Martín Aurand.

      Esas obras que fue capturando el lente de Aurand conforman el núcleo más importante de la obra de Salamone. Aquellas más de 60 edificaciones se pueden rastrear en una época en la que luego de la gran crisis mundial del 29, se empezaron a implementar en muchos países planes de obra pública para incentivar el trabajo. Argentina no fue la excepción.

      La ley 4017 propició un plan de licitaciones en el que cada municipio elegía el privado por el cual quería realizar sus obras. En aquel momento, el gobernador de la Provincia de Buenos Aires era Manuel Fresco, un político de tintes conservadores y fascistas. Desmintiendo uno de los grandes mitos, Salamone no tenía ningún vínculo directo con él.

      Los edificios que diseñó entre 1936 y 1940 en las diferentes localidades son principalmente de 4 tipos: municipalidades, mataderos, cementerios y plazas. La intención era modernizar y mostrar la presencia del Estado, y en ellos se pueden rastrear elementos de varios estilos como el art decó, el expresionismo o el racionalismo.

      El portal del Cementerio Municipal de Laprida. Foto: Martín Aurand.El portal del Cementerio Municipal de Laprida. Foto: Martín Aurand.

      “Es una mezcla de todo lo que va pasando en esa época. El encanto es ese, que se escapa a todas las definiciones. Agarra todo eso y lo transforma en algo único y muy personal”, explica Aurand, a lo que Longoni agrega: “Yo me aventuro a decir que era un adelantado a lo que fue después el posmodernismo”.

      Para él, el cambio tan abrupto de estilos en el antes en Córdoba y el después de las obras en la Provincia de Buenos Aires, tiene un único motivo: el mérito es grupal. En su equipo incidían también las ideas de Luis Costantini, Oscar López Méndez y, más tarde, de Rodolfo Migone.

      Mientras que los mataderos eran sumamente innovadores, al obedecer a una directiva de la época higienizadora y funcional, los cementerios eran una absoluta rareza; los Cristos descomunales, las megalíticas cruces y los insólitos portales generaron escándalo y rechazo.

      Palacio Municipal de Pellegrini. Foto: Martín Aurand.Palacio Municipal de Pellegrini. Foto: Martín Aurand.

      “La gente no quería entrar por el nuevo portal. Los diarios de la época decían que era demasiado”, cuenta Coty del Río del Centro de Interpretación de Saldungaray.

      Aurand encontró que Salamone tenía a fines de los 40 una editorial de temática católica, Bonum, en la que era vicedirector, lo que haría pensar en él como un militante católico. “Salamone cristianizó la imagen del cementerio laico que venía de la generación del ochenta”, afirma Longoni.

      Resurgiendo del olvido

      Luego de aquel intenso periodo de cuatro años, Salamone no volvió a hacer algo de esa magnitud o extrañeza. Se pueden rastrear obras tardías como el chalet de Mar del Plata, pero no hay nada como lo de su etapa en Buenos Aires. Luego de su muerte, su figura se envolvió en el olvido, y fue recién rescatado por el fotógrafo Edward Shaw y por Longoni en los noventa.

      Portal del Cementerio Municipal de Salliqueló. Foto: Martín Aurand.Portal del Cementerio Municipal de Salliqueló. Foto: Martín Aurand.

      Para este último, el motivo radica en un aspecto no tan debatido de la figura de Salamone: sus irregularidades. “La guita lo volvía loco y cometía errores bastantes groseros”, afirma. La gota que rebalsó el vaso habría sido un proyecto de pavimentación en Tucuman en el que estuvo involucrado y que le valió una prisión preventiva, por lo cual debió exiliarse en Uruguay. “Todos estos quilombos que tuvo Salamone de alguna manera tendieron un manto de olvido”, continúa.

      Ese olvido, así como la desaparición de casi todo su archivo personal, fueron cimentando una montaña de falsos mitos y leyendas: que era adicto al juego, que era aviador, que era fascista. Lo que sí era verdad era que era adicto al trabajo, al café y al cigarrillo, dicho por su nieta.

      Hubo diferentes leyes que fueron surgiendo a lo largo de los años en torno a la preservación de su patrimonio: en 2002 se sancionó la ley provincial 12854 que nombró a la obra de Salamone como patrimonio cultural, en 2013 se crearon los tres centros de interpretación de Salamone (de Laprida, Saldungaray y Azul, que fue recién activado en 2024) y en 2014 se declaró a su obra como Monumento Histórico Nacional.

      El Palacio Municipal de Carhué sobresaliendo en la noche. Foto: Martín Aurand.El Palacio Municipal de Carhué sobresaliendo en la noche. Foto: Martín Aurand.

      Y poco a poco, sin ningún planeamiento, se fue armando la Ruta de Salamone. Hay viajes privados, pero también hay entusiastas que se lanzan en auto por las diferentes localidades con el único objetivo de recorrer los miles de kilómetros y contemplar las obras del arquitecto.

      Del Río busca ahora realizar un Pasaporte Salamónico, con el cual de alguna forma se comenzaría a oficializar el trayecto: “Se va a vender en estos tres centros de interpretación y va a poder ser sellado en las 34 localidades que tienen la obra de Salamone. Es una manera de impulsar el turismo patrimonial”, afirma.

      Si uno navega por Internet puede encontrar una fuente inacabable de obras y proyectos inspirados por Salamone: desde libros de arquitectura y de fotografía y menciones en crónicas de Mariana Enriquez, hasta docies como Invasión Salamone. Es probable que esto continúe indefinidamente; el arquitecto emana algo que escapa al orden de lo racional y seguirá generando filas y filas de seguidores a lo largo de los años.


      Sobre la firma

      Alex Leibovich
      Alex Leibovich

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