Entré a los Wild Cats por una prueba. Así empezó todo. Era muy charlatán y parecía que tenía 40 años. Pero era un flaquito de 15. Estábamos en 1964 y al cantante de la banda, que tenía 20, le tocaba la colimba. Entonces iban a necesitar a otro. En esa época, la diferencia generacional era más brava que ahora. Un tipo de 20 lo miraba a uno de 15 como a un insecto. Y yo era eso: un gusanito de voz aguda.
A los 10 o a los 12 años ya inventaba canciones. Digo “inventaba” porque era eso. Después empecé a estudiar música. Pero eso era “inventar”. Rosario tenía esa cosa de submundo del arte, de los libros, las películas, el canje. En el puerto teníamos unos amigos que se quedaban un par de días y que traían discos simples de afuera y nososotros se los cambiábamos por cigarrillos. A veces llegaban marineros que los habían comprado 10 días antes por Europa, y los vendían. Así teníamos los discos de Manfred Mann, del Spencer Davis Group o The Zombies. Los legendarios 33 simple.
Yo venía de padres músicos. Los dos eran muy obsesivos, por eso me daban tanta máquina. Hasta me dejaron abandonar la escuela para que me dedicara a la música. “¿Por qué voy a ir a la escuela, Martha, si no voy a trabajar de eso">