Un milagro y el cerebro formateado, como si fuera una computadora. Así –dice– se siente Luisa Valenzuela después de la meningoencefalitis que la obligó a parar, internarse un mes y medio y demorar el lanzamiento de su nueva novela El mañana . Por estos días también se editó en el país Tres por cinco , una antología de cuentos que escribió al mismo tiempo que la postergada novela, antes de enfermar.
“Lo que me pasó es un milagro, porque el cerebro se te descuajeringa totalmente, las neuronas, todo se inflama y se desconecta, y después se conecta solo: es fantástico”, explica en su casa tranquila y cansada Valenzuela, pero sin abandonar el ritmo con el que escribe, con el que exprime el lenguaje como si fuera un juguete que se rompe para ver cómo funciona. La metáfora es de ella, claro.
Tal vez, adivina, el desencadenante haya sido el estrés o el ímpetu por abordar todos sus proyectos, proyectos de cientos de páginas, de voces violentas. Si leerla obliga a someterse a ese río caudaloso de palabras, cuánta energía ha de costarle plasmarlas durante tantos años, durante tantos libros, más de veinte. Ahora ya empezó a traducir las experiencias de ese viaje inconsciente. “Es una exploración más, es la experiencia de la muerte, ¿no">