Cuando el ensayista francés Guy Sorman escribió Mi diccionario del Bullshit, se encontraba en Nueva York y su editor le exigió que todo quedara reducido a 300 páginas. De la A a la Z, una selección de palabras provocadoras: desde Albión, Celine, Corrupción, Políticamente correcto, Charles de Gaulle, Chalecos Amarillos, Migración, Antisemitismo y todos los íconos de Francia. “Siempre me impactó en los discursos políticos, económico o intelectual esa mezcla entre lo verdadero y lo falso que pretende hacerse pasar por verdadero. La distinción en el francés no existe; por eso tomé prestado el término anglosajón de bullshit, del que no hay un equivalente. Bullshit es muy claro: es una mentira que pretende pasar por una verdad”.
Sorman nunca imaginó que la página 286 sería la más mediática. En ella eligió reflexionar sobre la pedofilia y un tema que no era un secreto entre la “intelligentsia parisina”: se preguntó hasta dónde Michel Foucault, el tótem de los intelectuales ses, era un pedófilo y, al mismo tiempo, ejercía como colonialista blanco predatorio de menores árabes. El escenario de sus actos, después de las 10 de la noche, fue el cementerio de Sidi Bou Said, el pueblito tunecito donde Guy Sorman pasaba sus vacaciones. Foucault es bien conocido en la Argentina, se lo leyó tempranamente y su influencia se sintió no solo en filosofía, también en derecho, psicoanálisis, antropología, ciencias políticas, y hasta en la arquitectura, entre otras áreas clave de la teoría y la práctica.
El rol del movimiento “MeToo” y la resistencia de los intelectuales ses a revisar la conducta de Foucault son algunos de los temas que abordó por teléfono, desde su confinamiento en su casa de campo en Normandía, que comparte con su esposa y sus animales. Con humor y una ironía cercana al sarcasmo, éste fue el diálogo que sostuvo con Ñ. En él se resigna a pensar que lo que han cambiado son los tiempos.

–¿Cómo nació la idea de este Diccionario del bullshit? ¿En qué se relaciona con la fake news, la noticia falsa?
–Vino así, brutalmente, porque toda mi reflexión intelectual ha sido siempre distinguir lo verdadero de lo falsamente verdadero. Este libro se inscribe para mí en una trayectoria ya muy antigua de distinguir la verdad de la mentira. La fake news es uno de los ingredientes del bullshit, esa suerte de nube ideológica que se cierne sobre nosotros. La fake news es uno de los conductos que alimenta al bullshit, forma parte de él. Pero el bullshit es una noción filosófica más englobante. Cito al famoso filósofo americano Harry Frankfurt y su obra On Bullshit, que muestra que este es un verdadero sistema ideológico total.
–¿Por qué decidió escribir sobre la pedofilia, el tema del que todo el mundo está hablando?
–Me confieso muy sorprendido de que ese capítulo haya hecho tanto ruido. Revelar que el filósofo Michel Foucault era pedófilo tampoco es dar una noticia... El mismo Foucault, en el 1977, firmó un manifiesto, donde se reclamaba que ninguna ley prohibiera las relaciones sexuales con niños. Era un pedófilo declarado en su época y no le chocó a nadie. Ahora de pronto todo el mundo está impresionado. Al menos lo está la intelligentsia, porque esta especie de aristocracia intelectual parisina no ha comprendido todavía –o no acepta– que hayamos cambiado de época. De aquí en más, ya no habrá dos morales sino una sola, la misma vara para todos.
–¿Cómo es eso, no acabó con la Revolución sa?
–En Francia tradicionalmente había dos morales: la moral para el pueblo y la moral para la aristocracia. Los intelectuales como Foucault eran la aristocracia; creían que la moral común no se aplicaba a ellos. La reacción ante lo que escribí sobre Foucault prueba que, en el fondo, esta aristocracia intelectual no ha comprendido todavía los alcances del “MeToo”. O el hecho de que -de ahora en más- las normas y las leyes son las mismas para todos. ¡Es una revolución! Esta aristocracia intelectual ha perdido sus privilegios pero aún no se dan cuenta.

– ¿Usted se inspiró en el affaire Duhamel? (el caso de abuso e incesto que sacudió a Francia hace un mes).
– Aquí hubo dos instancias; primero, contra el escritor Gabriel Matzneff, a quien Valeria Spingora denunció en El consentimiento (acaba de publicarse en Buenos Aires) por promover la pederastia en sus libros; y luego el caso contra el politólogo Olivier Duhamel (acusado por su hijastra, la jurista Camille Kouchner, de abuso sexual en el libro La familia grande). Yo escribí mi diccionario entre ambas denuncias. El affaire Matzneff es una especie de “Metoo” de la pedofilia en Francia; revolucionario sobre el comportamiento hacia las mujeres. El “Metoo” de Matzneff denuncia la posición dominante del hombre blanco respecto de las niñas, y ahora, con Foucault, se puso en marcha el “Metoo” de la pedofilia. El caso Duhamel confirma esta revolución sexual, o revolución moral y legal que está produciéndose, que no todo el mundo acepta. Algunos insisten en considerar que la pedofilia debería estar protegida. Yo digo: “No, se terminó”.
–¿La pedofilia en Francia es una cuestión de doble moral?, ¿es delito según quién la cometa?
–Absolutamente, como toda transgresión sexual o financiera… Francia ha sido siempre el país de la doble moral. No solamente en el terreno de la sexualidad; no es una república, es un país monárquico, con un poder central fuerte. Y como todo país monárquico, hay una aristocracia. Claro que la aristocracia ya no es la nobleza tradicional que existía en tiempos del rey. Es una nueva nobleza, basada en el dinero y la notoriedad, en el a los medios. Esta nueva nobleza es nuestra nueva aristocracia. Esta doble moral de cierto modo nos define. Y lo que observamos hoy es justamente una verdadera revolución, donde la vieja doble moral está acabada. Las leyes sobre la pedofilia son las mismas para todos. Por eso toda la estructura de la sociedad sa está puesta en cuestión en este affaire.
– ¿Y por qué Francia acepta los abusos sexuales de Roman Polanski, o de Gabriel Matzneff?.
–Si hay un debate es porque estamos ante una revolución. ¿Qué caracteriza una revolución? En que a veces los inocentes son castigados. Ignoro si Polanski es culpable o no; pero digo simplemente que lo que caracteriza una revolución es que las víctimas son escuchadas, por primera vez. Pero también hay inocentes a quienes se les va a cortar la cabeza... El debate no hace más que confirmar ese carácter revolucionario de las cosas. De hecho, es normal que haya resistencia por parte de la aristocracia.
–¿Los intelectuales ses están especialmente alejados de la idea de decencia?
–Sí. No quiero generalizar pero hay una larga tradición. No es necesario ser indecente para tener talento. Cezanne, Matisse, eran muy decentes, burgueses y conservadores. Romain Rolland, a quien considero el gran escritor del siglo XX, era muy normal; Raymond Aron llevó una vida burguesa. No es necesario tener una vida escandalosa o complicada para ser un gran artista. Pero es verdad que la indecencia en el artista y el intelectual estuvo protegida; en cierto modo, participaba de un privilegio. Hay que ir a Voltaire, cuando dice que la religión es buena para el pueblo, pero no para él. Ese es el principio de la doble moral. La religión está bien para el pueblo pero los intelectuales no la necesitamos. Esta tradición se remonta al menos al siglo XVIII y es una constante en la cultura sa. En cierto modo, Francia no es una república, que afirma una sociedad donde los principios son los mismos para todos. Francia no es fundamentalmente republicana. Matzneff se unió a la aristocracia por sus relaciones más que por su talento. Foucault es considerado un aristócrata del pensamiento francés. Entonces las normas de comportamiento social no aplicaban a él. Sin embargo, lo extraordinario en Foucault, que lo vuelve tan interesante, es que toda su obra es una denuncia del poder aristocrático. Él olvida aplicar su perspectiva de análisis a su propia vida. Que Foucault era pedófilo, todos lo sabían; pero lo interesante es que Foucault es ciego respecto de sí mismo.
–¿Los llamados intelectuales “sesentistas tardíos” (por el 68) consideran que la ley es opresión por parte del Estado?
–Sí, eso es cierto en parte. Toda la obra de Foucault es una denuncia de la opresión oculta detrás de la ley, la república, la igualdad, la locura, el crimen. Si yo aplico el método de Foucault a él mismo cuando le paga a un joven por sexo en Túnez, estoy en condiciones de decir: “Señor Foucault, usted ejerce su poder de viejo hombre blanco imperialista sobre un joven árabe que no tiene el poder de negarse. ¿Cómo reconcilia Ud. eso con su denuncia del imperialismo, el colonialismo y el racismo?”

–¿Ve usted un componente racista en esta pedofilia; podría haber hecho lo mismo en Francia?
–Evidente que no; por eso lo hacía en Túnez. Pero no es algo nuevo. André Gide, notorio pedófilo y premio Nobel de Literatura, iba por esta misma razón a Argelia y al Congo. Hoy en día tenemos el turismo sexual; hay una suerte de democratización de la pedofilia, con varones que van a Tailandia o Filipinas. Existe el componente racista, neocolonial e imperialista. Es porque soy un hombre blanco y tengo dinero que puedo ir a tierras exóticas, mientras que no puedo hacerlo en mi país.
–Por otra parte, el Estado tunecino estaba al tanto de todo, ¿por qué permitirlo? Si sabe que hay explotación infantil…
–Es una pregunta que los tunecinos se están haciendo hoy. En la prensa de Túnez hablan ahora justamente de este affaire Foucault. Muchos periodistas tunecinos se pregunta cómo puede ser que el Estado haya dejado que ocurriera. Porque en cierta forma la idea colonial estaba interiorizada por los dirigentes locales. Túnez no estaba todavía totalmente descolonizada. El comportamiento de Foucault y la pasividad del gobierno de Túnez evidencian que la descolonización no estaba terminada, ni en la cabeza de Foucault ni en los líderes tunecinos.
- Al mismo tiempo, en 1977 Foucault apoyaba públicamente la supresión de toda mayoría de edad sexual. Entre otras firmas estaba la de Françoise Dolto, la psicoanalista de adolescentes. ¿Los intelectuales post 68 ven en la ley una forma de opresión sobre los deseos sexuales?
–La firma más sorprendente es la de Dolto; evidencia que ella no entendía que la violación crea en el niño un trauma irreparable. Estamos de este modo obligados a poner en cuestión su competencia... Yo siempre pensé que Dolto era una fraude; que haya firmado ese documento prueba que era una impostora. Usted menciona a los intelectuales del 68 –si podemos hablar de manera tan simple– pero yo también lo fui y jamás entendí la ley como opresión sexual. El movimiento del 68 era muy diverso: había desde liberales como yo, a maoístas y trotskistas. Lo que los intelectuales del 68 no entendían era que la ley es opresiva pero indispensable. ¿Qué es una sociedad sin límites? El pensamiento del 68 era muy pobre y bastante ignorante respecto de la sociología y la antropología. Nadie había leído a Claude Levi- Strauss. Es por eso que el 68 fue una revuelta pero no una revolución
-¿Hay una falsa libertad del 68 o bien, una falsa interpretación del 68, en el uso de la libertad?
– En el Mi diccionario... afirmo que lo más notable de Mayo del 68 es que hacía muy buen tiempo... Fue una primavera excepcional; si hubiera llovido, el Mayo habría sido inconcebible. ¿Fue un movimiento de liberación">