“Juguetóloga”. Así se define Mariana Rincón (54), experta en juguetes sexuales que desde hace más de 15 años años dedica su vida a esa industria. Empezó en 2009 organizando las denominadas “reuniones Tuppersex” y hoy es responsable de la sucursal Belgrano del sex-shop Buttman, uno de los más importantes del país.
Hasta ese momento, su currículum hablaba de marketing y en rubros tradicionales. Pero un día vio en el programa de Susana Giménez un segmento que cambiaría el rumbo de su experiencia laboral. Allí estaba Alessandra Rampolla junto a Bamba, la vulva de peluche que la sexóloga usa como material didáctico durante sus presentaciones.
“Había llevado unas cosas simpáticas a lo de Susana, me pareció súper entretenido y didáctico; y yo podía hacerlo por mi caradurez”, recordó Mariana. Entonces encargó su página web e inició una suerte de gira entre Ciudad y Provincia. Cargaba algunas valijas y, en general, viajaba de zona oeste a zona norte, donde tenía mayor cantidad de clientela. Juguetes, aromatizantes, lubricantes y lencería eran parte de su catálogo.
El emprendimiento -que creó junto a su pareja de entonces- iba tan bien que, tras separarse, continuó con su madre como socia. Así, con picos de demanda de jueves a domingo, madre e hija “animaban” eventos que podían ser despedidas de solteras, cumpleaños, reuniones de amigas y hasta aniversarios de divorciadas.
La “juguetología”
Luego de varios años las ventas a domicilio le resultaban demasiado agotadoras. Se multiplicaban, finalizaban muy tarde y lejos de su hogar. Un día, mientras compraba en Buttman productos para sus reuniones, alguien le propuso trabajar allí.

Desde ese momento hasta la actualidad toda su actividad profesional se volcó al universo de los juguetes sexuales. No sólo dentro de los diferentes locales que el sex-shop posee, sino también como columnista en diferentes programas de radio y televisión. También a través de sus redes sociales, donde el desparpajo es su marca registrada.
La pandemia de coronavirus hizo que las ventas de juguetes sexuales crecieran un 40%. A la par se incrementaba la popularidad de Rincón: sus videos en la cuenta de Instagram del comercio llegaron hasta un millón de visualizaciones. Por aquellos días, recordó, fue necesario contratar más personal para responder a la enorme demanda que surgía a través de la tienda online.

“Tengo un trato descontracturado, con humor. Vos preguntá lo que quieras, yo te contesto todo”, resumió sobre su estrategia a la hora de vender. Su rol hoy también comprende capacitar a los empleados y redactar el texto que se imprime en las cajas de los juguetes de la marca propia que comercializa la firma. Su regla número uno al entrenar al personal, destacó, es “no acosar al cliente”. Tiempo y espacio para elegir su objeto de deseo, para ella, es clave.
Experiencias insólitas: del alquiler de sex toys al nudismo en el local
A lo largo de tantos años en el sector fue testigo de varias anécdotas insólitas. Una de las destacadas, rememoró, se dio cuando un cliente compró una gran cantidad de unidades. Aunque todo hacía pensar que se dedicaba a la reventa, la explicación del hombre sorprendió a los presentes.
“No los vendo, los alquilo”, dijo al detallar el tipo de transacciones que realizaba. Según sostuvo ante los empleados del local, era dueño de un hotel y ofrecía ese servicio adicional. Rincón intentó alertarlo sobre lo primordial del uso personal de los juguetes sexuales y los peligros de compartir dichos objetos, aunque desconoce si su explicación tuvo resultados positivos.

El segundo recuerdo tuvo como protagonista a una mujer que, ante la ausencia de probadores, dejó su torso al desnudo en pleno local y, sin pudor, intentó testear allí el producto que se iba a llevar. “Hay que educar al soberano”, cerró Rincón, evocando la célebre frase sarmientina, que parece haber llegado incluso a los sectores menos esperados.
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