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      Familias ensambladas de vacaciones: claves para una articulación saludable

      Es esencial mantener los espacios de cada uno y generar gradualmente momentos de encuentro.

      Redacción Clarín

      Julieta y Marcelo se conocieron en el cumpleaños de Martín, un amigo en común, hace casi 3 años. Amor a primera vista, podría decirse. Unos meses de novios, viven juntos hace un año y medio.

      Marcelo, 50 años y tres hijos: dos varones de 22 y 17 años (de su primer matrimonio) y su princesita de 8 (de su segunda mujer). Julieta, 38 años y dos hijas de 12 y 9, frutos de su primer y único matrimonio.

      En la casa conviven la pareja y las pequeñas hijas de Julieta. Los hijos de Marcelo (ya grandotes y peludos) van y vienen de casa de su madre a la nueva casa de su padre, y la pequeña Leila (así se llama su hija), está al menos fin de semana por medio con su papá. Me olvidaba: Julieta está embarazada de 5 meses. Feliz y esperando su tercer hijo. El cuarto para el papá.
      Salen de vacaciones dentro de unos días. Los siete, más el bebé (es un varón) que viaja en panza, claro está.

      El ex marido de Julieta tiene muy buena relación (afortunadamente) con ella, por lo que va a estar con su pareja en una casa a diez minutos del balneario donde se alojará su ex mujer, para así poder ver a sus hijas algunos días.

      Complicado de explicar, ciencia ficción hace… ¿50 años?, realidad más que frecuente en los tiempos de corren. Ni mejor, ni peor, distinto. Pero complejo, sin duda, por muchas aristas que son necesarias tener en cuenta por el bien de adultos y, fundamentalmente, de los niños. Ellos no deciden, pero participan todo el tiempo de las decisiones de sus padres.

      Muchas veces me encuentro frente a parejas que sufren pensando en que “por los chicos” deben seguir adelante con una relación que emula una condena. Por los hijos muchas parejas sostienen situaciones absolutamente tóxicas.

      Lo digo a menudo, recibo montones de consultas a causa de las consecuencias de vivir con padres sumamente infelices y un aire tan espeso como la densidad de una selva dentro de casa. Ninguna consulta en casi 30 años de profesión en la que el motivo haya sido el no haber podido elaborar la separación. Claro, si esta se da en armonía y no como una secuela de la “Guerra de los Roses”.

      Los hijos necesitan padres que estén dispuestos a ser felices. Que se animen al desafío de apasionarse por la vida. Que les transmitan entusiasmo en el día a día, que cambien miedos por proyectos. Los hijos necesitan…hombres y mujeres que sean referentes en su camino del crecer. Si viven juntos, o separados, no es lo esencial, se los aseguro.

      Dicho esto, vamos a las pequeñas delicias de ensamblar familias y algunos consejos para que todo fluya de la mejor manera posible.Veamos algunas claves para el correcto funcionamiento de este complejo enjambre de historias, encuentros, desencuentros, sabores y sinsabores.

      De celos, rivalidades y emociones encontradas

      “Mi hijo, (de 5 años), cada vez que ve a Ricardo, le pega con almohadones en los genitales…inmanejable”Relato de la madre en “terapia de pareja ensamblada”, como la nombra Ricardo, la “víctima”.

      El niño de los almohadones no hace otra cosa que expresar su bronca de manera peligrosa para la integridad del novio de su madre, frente a lo cual sugerí que le ofrezcan al pequeño un blanco “permitido”, comprando un tentempié al cual pueda pegarle sin riesgo alguno y de esta manera limitar saludablemente la ira del pequeño.

      Si la separación entre la pareja de padres fue armoniosa, en buenos términos, y sin grandes conflictos más allá del lógico miedo y dolor de desarmar lo que llevó años construir, es posible que los hijos acepten más naturalmente la llegada de un nuevo integrante en la composición familiar, el novio de mamá, o bien, la novia de papá.

      Leé también: "El nene no me estudia": herramientas para padres en tiempos de exámenes

      Sin embargo, suele no ser un lecho de rosas el camino a la armonía del ensamble. Cuando un nuevo integrante (pareja de uno de los padres) se suma al “staff” de un grupo familiar, esto inevitablemente genera un fuerte sentimiento de celos y una intensa “vivencia de amenaza”.Es entendible y hasta saludable que esto suceda teniendo en cuenta que lo nuevo, por definición, asusta, que cualquier cambio genera resistencia, pero que, por sobretodo, se trata de compartir el afecto de papá o mamá con un/a desconocido/a. La clave en este punto queda, como habitualmente pasa, del lado de los adultos.

      Es imprescindible:

      -Evitar absolutamente competir con los hijos por el amor de las parejas. Los niños no son pequeños “chuckys” que practican magia negra sobre los novios de sus padres. Son sólo pequeños asustados de perder calidad en el vínculo con ellos, y sólo la posición adulta de ambos en la pareja les dará la confianza y tranquilidad que precisan para darse cuenta que hay amor para todos.

      -La clave para el éxito es que podemos sumar en el vínculo y que todo sea armonioso y gradual. La paciencia es un arma fundamental a la hora de construir una relación saludable con los hijos de una nueva pareja. Los chicos son mucho más perceptivos de lo que habitualmente suponemos, y no hay peor cosa que la intención de simular un interés que no tenemos. Será un boomerang muy difícil de sacarnos de encima. Habrá que ser prudentes y manejar sabiamente, en la medida de lo posible, las ansias de que “mágicamente” se forme una relación de confianza. No se construye una relación en un abrir y cerrar de ojos, “lo que rápido llega rápido se va”.

      -Es menester propiciar pequeños momentos compartidos. Buscar afinidades genuinas y no impostadas para entablar empatía. Llenar de regalos al hijo de una nueva pareja es un empacho innecesario: que las cosas sean a fuego lento.

      -Respetar los momentos de intimidad con el padre/madre sin sentirnos sapos de otro pozo. Ya habrá tiempo para entrar en escena. Marcelo, y sus hijos, Julieta y los suyos irán construyendo gradualmente vínculos entre ellos, pero esto lleva tiempo. Hoy en día, al elegir un hombre a una mujer, y viceversa, se elige “el combo” de hijos e historias compartidas. Imposible pensar en el elemento aislado ni pretender que él o ella borren o elijan, no es opción, no puede serlo, “los chicos o yo”. El trabajo es construir, en equipo, una nueva familia.

      El gran paso, todos bajo el mismo techo

      La convivencia suma una complejidad diferente a una relación en la que la cohabitabilidad no esté presente. El rol es el mismo, sólo que habrá que cuidar detalles que tiene que ver con la intensidad que deriva de compartir el mismo techo. Desde la organización de horarios, responsabilidades, funciones en una casa, hasta la coexistencia en espacios comunes, todos son pequeños desafíos que habrá que sortear con habilidad y sobretodo, con buen criterio.

      ¿Niños pequeños problemas chicos, niños grandes problemas grandes">