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      Sermones a la clase política

      Loris Zanatta. El historiador italiano interpreta que el mayor nudo institucional de la historia argentina está en la relación entre la política y religión.

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      Redacción Clarín

      Hay un tema que desvela al historiador italiano Loris Zanatta desde que, en los 80, comenzó a juntar millas en sus vuelos frecuentes a la Argentina: la “patológica” –como le gusta llamarla– relación entre la política y la religión. “Creo que los fundamentos filosóficos de la política contemporánea hay que seguir buscándolos en las tradiciones religiosas –dice Zanatta, que enseña Historia e Instituciones de las Américas en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad de Bologna–. Religión y política son dos polos de un mismo tema que es la vida colectiva de los seres humanos.” En su último ensayo, La larga agonía de la nación católica. Iglesia y dictadura en la Argentina, Zanatta postula que en nuestro país la política nunca logró independizarse de la religión: “En la construcción de la nación argentina, un mito fundador de tipo religioso, el mito de la nación católica se impuso sobre la Constitución y las instituciones”, argumenta Zanatta en su libro.

      –¿En qué consiste el mito de la nación católica argentina?

      –Se trataba de un mito basado en la idea de que la nación argentina era una entidad espiritual antes que una comunidad política, y que su unidad e identidad estaban comprendidas en el catolicismo. Por lo tanto, esa entidad espiritual devino una premisa ineludible del orden político y social. En el caso argentino, en el nudo de la relación entre política y religión está realmente el mayor escollo de carácter institucional que ha encontrado la historia política argentina a lo largo del tiempo.

      –¿Por qué la política no logró en la Argentina crear una esfera autónoma de lo religioso?

      –Porque desde el siglo XIX la mayoría de los actores políticos hicieron política a través de categorías religiosas. Y de hecho creo que la violencia política en la Argentina de los años 60 y 70 fue efectivamente una guerra de religión más que una guerra política. Cuando se combate en nombre de la religión, nadie piensa en establecer un estado de derecho, o sea, instituciones en condiciones de metabolizar de una forma institucional los fisiológicos conflictos de una sociedad pluralista. En la patológica relación entre política y religión está el nudo para entender las profundas razones del drama que vivió la Argentina.

      –¿Por qué la religión sigue teniendo tanto peso en un país que se está secularizando cada vez más?

      –Hay factores históricos que ayudan a explicar por qué en la antropología social argentina se ha desarrollado con el tiempo esta pulsión de unanimidad que aporta la religión. La idea de que este país necesita una identidad, por ejemplo. La identidad es algo que nos permite reconocernos como una comundiad que tiene un hilo común. ¿Quién tiene dudas sobre la necesidad argentina de identidad? Fue parte del imperio español que creó un orden político indiferenciado del orden religioso. La palabra católico no se usaba. Uno era súbdito del rey y por lo tanto era católico. Luego, la Argentina ha recibido la inmigración. Ningún país en el mundo ha sido tan revolucionado por la inmigración como la Argentina, en relación a la población que existía antes en el país. Ya a fines de los siglos XVIII y XIX se comienza a sentir en la sociedad una demanda de identidad: “Somos un pueblo joven, de gente que viene de lugares remotos, ¿qué nos une">