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      Vamos tan rápido...que llegamos al pasado

      Velocidad e inmediatez fueron, y son, la fórmula virtuosa y necesaria a la que los líderes epocales recurren y se aferran.

      Vamos tan rápido...que llegamos al pasadoDaniel Roldán

      Afirmamos que el esplendor del mundo se ha enriquecido con una nueva belleza:la belleza de la velocidad. Nosotros queremos glorificar la guerra-única higiene del mundo-el militarismo, el patriotismo, el gesto destructor de los libertarios y el desprecio por las mujeres .

      Nosotros ya vivimos en el absoluto, porque ya creamos la velocidad eterna omnipresente. Nosotros queremos destruir los museos, las bibliotecas, las academias de cada especie, y combatir contar el moralismo, el feminismo y contra cada vileza oportunista y utilitaria. No existe mayor belleza que en la lucha. Ninguna obra que no tenga un carácter agresivo puede ser un capolavoro (obra maestra). Y ya que estamos, nada más lindo que un auto de carrera y por qué no, un cohete turístico para salir de la estratósfera y llegar a Japón en algunos minutos.

      Me podía evitar la última frase, pero la tentación era muy grande. Imposible olvidar la reflexión del poeta riojano en un momento de ´éxtasis, y la vulgaridad surrealista y anacrónica del SPA volador del émulo del Dr. Evil en Austin Powers, interpretado por Mike Myers, el formidable actor del quincuagésimo primer estado estadounidense, ex Canadá, conocido como Jeff Bezos (provocar a Trump con los aranceles y el bolsillo de los norteamericanos no fue su mejor idea).

      Pero es así de rápida la cosa, tan rápido va el mundo que hasta Elon Musk, el parasitario inmigrante Ilegal ( tal como lo definió en el New York Times y el Corriere della Sera, Steve Bannon, el cerebro que inventó a Donald Trump, que no vuela cohetes, ni hace deliveries online; un estratega político, viejo estilo con nuevas herramientas) se fue susurrando bajito a las oficinas de Tesla o Space X. Ni X podrá defenderlo, por ahí deberá recurrir al Chapulín Colorado, el oriundo de ese país que está pegado al Golfo de América. Por si quedaban dudas Mr.Donald se explayó a sus anchas en la Universidad de Alabama: “los magnates de internet me besan el culo” ¿no es fino? hubiese acotado el Gordo Porcel.

      Tan rápido viene todo que deberíamos releer la primera parte de esta nota (hasta que me meto con el cohete), para darnos cuenta que ya llegamos al pasado. Lo del cohete es una cadencia improvisada que seguramente hubiese complacido al autor del Manifiesto más significativo y reconocido de los varios escritos por los artistas futuristas.

      El Manifiesto Futurista de Filippo Tomasso Marinetti, publicado el 20 de febrero de 1909 en Le Figaro, cuando Paris era Paris. Cualquier parecido con los contenidos de las ráfagas de tuits que en la actualidad intentan forzar la realidad y barrer con el tiempo, esa cosa pasada de moda en el mundo de lo instantáneo, que alguna vez servía para respirar y pensar, no es casualidad, es simplemente continuidad, o una nueva confirmación que Einstein tenía razón (la simultaneidad depende del sistema de referencia del observador: eventos simultáneos para un observador podrían ocurrir en momentos diferentes desde otra perspectiva.).

      El hartazgo del pasado reciente (me siento identificado con este estado anímico) no es algo nuevo, como tampoco la anaciclosis que allá lejos y hace tiempo explicó Polibio, describiendo las seis etapas que se suceden cada vez que un régimen se degenera o entra en crisis: monarquía, tiranía, aristocracia, oligarquía, democracia, oclocracia y vuelta a empezar. La oclocracia o gobierno de las muchedumbres, es una degeneración de la democracia, como la definía Jean Jaques Rousseau en el contrato social: la democracia degenera en oclocracia cuando la voluntad general cede ante las voluntades particulares…

      Como dije, vamos tan rápido que volvemos inmediata e irremediablemente al pasado. Derivar el fascismo y sus horrendas consecuencias, esas que mutilaron a la humanidad , del Manifiesto Futurista sería una reducción mal intencionada y mezquina, como negar que fue su espíritu uno de los principales combustibles de la maquinaria perversa que encegueció al mundo habilitando la propagación del fascismo, el nazismo y en alguna medida de la revolución soviética.

      Velocidad e inmediatez, fueron y son la fórmula virtuosa y necesaria a la que los líderes epocales recurren y se aferran, aprovechando la fascinación que dichas palabras producen en la muchedumbre agotada y necesitada de mensajes cargados de innovación y mesianismo, para aniquilar el hartazgo del pasado. Una especie de Prozac tecnológico, que adormece con alucinaciones de un futuro poderoso y eficiente.

      Velocidad e inmediatez, el leit motiv de los apologetas de la nueva cultura, esa que exige la recuperación de la energía masculina, como recomienda Mark Zuckerberg para mejorar sus empresas mientras practica Ju Jitsu ,baila a lo Travolta y exhibe su físico en busca de la adolescencia perdida: “algo que celebre la agresión un poco más tiene sus propios méritos…”

      Vale la pena escucharlo en el muy famoso y controversial podacast , Joe Rogan Experience. Se puede ser genial pero igualmente perder la brújula. De tan rápido que vamos ya llegamos al pasado, y eso aterroriza tanto a quienes intentan imponer la “nueva agenda cultural” (muy Mao, muy Khmer Rouge. ¿No será que de tan conservadores estamos volviendo al comunismo Soviético?) que necesitan cambiarlo o tergiversarlo, inclusive su geografía, para que el punto de llegada no sea tan horrible como el que realmente fue, y están siendo. Nada nuevo bajo el sol, simplemente lo mismo, pero bastante más ordinario.

      Mientras tanto el Golfo sigue siendo el de México, Groenlandia de Dinamarca, Mike Myers canadiense, los nerds siguen siendo nerds a pesar de los cohetes,los deliveries online y los motores de búsqueda, y la política argentina del siglo XXI es idéntica a si misma cada vez. Simplemente cambiaron los nombres de los beneficiados. Bueno, no todos. De la contemporánea oscuridad medieval al nuevo Meta Manifiesto Futurista, sin escalas, con un click.

      Franco Bronzini es periodista.


      Sobre la firma

      Franco Bronzini

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