La voz de Eduardo van der Kooy
Compartiendo de tarde un café con este cronista, tiempo antes que estallara la pandemia, según el registro impreciso de la memoria, el ex secretario de Cultura de Néstor Kirchner, el abogado José Nun, diagnosticaba que uno de los males de la democracia argentina radicaba en la facilidad con que los gobernantes consideraban al poder como un bien adquirido. Característica que, a juicio suyo, habían exhibido hasta ese momento todos los presidentes. Hacía una salvedad piadosa con Fernando de la Rúa.
El ex funcionario e intelectual, de formación socialista, fallecido en febrero del 2021, estimaba que aquel vicio inducía a los gobernantes a incurrir en dos pecados. Suponer que la legitimidad de origen concedía derechos ilimitados. Como derivación, ignorar al otro. Los sujetos políticos que encarnan a la oposición encargados de concederle equilibrio al sistema. No recuerdo sí habló expresamente de la grieta, aunque en su desarrollo estuvo incluido, sin dudas, aquel concepto.
Esa remembranza reapareció después del primer tramo del calendario electoral de la Argentina que culminó con la victoria de Javier Milei en la Ciudad. Fueron seis comicios que representaron alrededor del 21% del padrón total superior a 36 millones de personas. El único distrito que obtuvo el oficialismo con el 30% de apoyo y una baja concurrencia (53%) fue precisamente el porteño. Que desde hace dos décadas es istrado por el PRO. La novedad impulsó al Presidente a vaticinar que el país “quedará pintado de violeta”, el color que identifica a La Libertad Avanza. Pontificó que el tiempo histórico de Mauricio Macri “ya pasó”. Aunque no dejó de registrar su felicitación. En aquellas reflexiones de “Pepe” Nun, la reacción del León libertario representaría el desconocimiento del otro. Con un agravante: el macrismo resultó crucial para los primeros 16 meses de istración libertaria.
Las palabras fueron seguidas por una sucesión de episodios que denotarían la creencia libertaria sobre el supuesto poder imperecedero. Milei sacó de nuevo su pie del freno. El Gobierno había incluido en La Ley Bases una serie de reformas laborales que la Cámara Nacional de Apelaciones del Trabajo dejó en suspenso hace más de un año. Falta el veredicto de la Corte Suprema. El acuerdo no escrito entre las organizaciones sindicales y los libertarios era conservar el status hasta después de la votación de octubre.
Otro Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) que alumbró días posteriores a la victoria en la Ciudad impuso nuevas y extendidas limitaciones al derecho de huelga. Abarcará no solo a los servicios esenciales ya contemplados (Transporte, Salud, Educación). También a la mayor cantidad de actividades que serán caratuladas de “importancia trascendental”. Hasta el abastecimiento de granos estaría previsto en esa calificación.
El avance exhibe el contraste de dos caras. El Gobierno, con una última módica legitimación en las urnas, destila una fortaleza que terminó descolocando a la Confederación General del Trabajo (CGT). Héctor Daer, el secretario general, corrió hasta la Casa Rosada para un diálogo con Guillermo Francos y la esperanza de abrir algún canal de negociación. El Jefe de Gabinete se encargó de desalentarlo. Milei vino masticando bronca con las últimas movilizaciones cegetistas. Siente que ha recibido un renovado aval social y que los gremios continúan hundiéndose en el desprestigio.
La central obrera no poseería una percepción demasiado diferente. Por esa razón parece dispuesta a descartar huelgas o protestas callejeras. Las últimas vinculadas a la pérdida del valor de los salarios con paritarias por debajo de la inflación no tuvieron el resultado esperado. El camino elegido ahora no diferiría del inicial: regresar con planteos de inconstitucionalidad a los Tribunales.
El Gobierno supo encadenar otros éxitos. Bloqueó la sesión en Diputados que apuntaba a considerar un incremento a los jubilados. Otra vez impidió el quórum con una maniobra repetida: la alianza con gobernadores. Corre por allí un hilván que resulta difícil descifrar, pero asoma efectivo. Pasó con Ficha Limpia en la víspera de la elección en la ciudad cuando dos senadores de Misiones cambiaron repentinamente su voto y enterraron el proyecto. Karina irá a Posadas para los comicios de junio. Las solidaridades e identidades partidarias se ampliaron con la cuestión jubilatoria. Existió ayuda peronista (Martín Llaryora, de Córdoba), del PRO (Ignacio Torres de Chubut; y radical (Carlos Sadir de Jujuy y Leandro Zdero, de Chaco).
El problema con los jubilados no se refleja solo en sus haberes decadentes. Se incuba otro conflicto que crece cada semana. Las protestas, en general módicas, frente al Congreso. Después de aquella irrupción en marzo de barras bravas de clubes de fútbol junto a los jubilados que derivó en violencia inusitada el Gobierno resolvió reforzar los operativos con fuerzas de seguridad. Por momentos es posible observar una abrumadora mayoría de efectivos desplegados que gente reclamando.
El tema radica en las consecuencias que ocurren cuando la policía decide actuar. Hace semanas un fotógrafo recibió en la cabeza una cápsula de gas lacrimógeno lanzada por un agente. Estuvo en terapia intensiva y salvó su vida de milagro. La semana pasada otro fotógrafo de una agencia internacional fue agredido. Un notero de La Nación fue impactado en su pierna por una bala de goma. El móvil en el que se desplazaba resultó golpeado. El maltrato al periodismo se repite.
Nadie podría asociar necesariamente esa realidad a la prédica de Milei y sus libertarios sobre que “no odiamos lo suficiente a los periodistas”. ¿O si?. Las coartaciones impuestas por la Casa Rosada se orientan en igual dirección. Regirá una norma que indica a los periodistas como se deben vestir y de qué manera (moderada, indica) tendrán que interrogar. Llama la atención tanta negligencia de aquellos agentes al actuar y la ajenidad de Patricia Bullrich. La ministra de Seguridad había prometido que cualquier exceso sería investigado y castigado. Nada se supo nada sobre el agente que disparó a mansalva aquel gas lacrimógeno. Tampoco sobre los responsables de los atropellos de la semana que pasó. A Bullrich se la encuentra mucho más entretenida intentado romper el bloque de Diputados del PRO.
Los macristas sofocaron una primera ofensiva que sucedió el miércoles cuando en un encuentro la diputada Patricia Vasquez, espada de la ministra de Seguridad, demandó definiciones. “¿Se quedan o se vienen?”, interpeló. En el medio estaba el debate por el ajuste a los jubilados que finalmente se desvaneció.
La responsabilidad para las negociaciones que vienen estará a cargo de Cristian Ritondo. Macri lo nombró emisario en las conversaciones difíciles para el doble armado en Buenos Aires: el de las elecciones desdobladas del 7 de septiembre y las nacionales de octubre. No tuvo otro remedio a raíz de la virtual desaparición del diputado Diego Santilli. “Es hora de presentar un hábeas corpus para pedir por su paradero”, ironizó uno de los fieles al ex presidente.
La mayor fortaleza macrista radicaría en el primer turno electoral bonaerense. Se trata de comicios para cargos municipales y legislativos provinciales donde los libertarios poseen pocas variantes. No alcanza con el despliegue de Sebastián Pareja, el ingeniero de Karina. El PRO tiene desperdigados en el territorio 18 intendentes. Libertario puro no existe ninguno. La radiografía no sería lineal: hay tres que ya militan en La Libertad Avanza, entre ellos Diego Valenzuela de 3 de Febrero; otros seis o siete estarían con un pie en cada orilla; los estoicos amarillos sumarían otros seis.
El Gobierno piensa llegar a esas elecciones de septiembre y a las nacionales de octubre con una sociedad entusiasmada, motivada. Distante de la apatía que ha exhibido hasta el momento a la hora de votar. El pronóstico se apoya en dos razones: la idea de seguir empujando la inflación a la baja; la fiesta de la habilitación para uso de dólares clandestinos que los libertarios armaron luego de la victoria.
Debe haber un reconocimiento. Agitar en el imaginario social la idea de la libre circulación de la moneda estadounidense (legal o no) significa encender un motor de expectativas. La cuestión a resolver sería una: observar la capacidad del Gobierno para reconstruir una confianza social que en ese terreno no existe.
El Gobierno tampoco inventó nada. Es difícil hacerlo en una economía argentina que buceó todos los caminos. Al menemismo, en plena convertibilidad, se le había ocurrido también convocar a los argentinos a volcar al mercado sus dólares guardados. No sucedió. Era el tiempo en que imperaba la intangibilidad de los depósitos por ley del Congreso. Luego sobrevino el nefasto corralito y la crisis terminal del 2001. Ahora los libertarios prometen otro blindaje legal con un par de proyectos que deben aprobar diputados y senadores.
El relato libertario envolvió el nuevo anuncio con invocaciones a la ampliación de libertades individuales y un veto a las trabas del Estado. Quizás la realidad pase por otro andarivel. El modelo actual requiere de alguna inyección de dólares para movilizar la producción. Las inversiones se demoran. También un flujo que pueda derivarse a las reservas del Banco Central que en el mejor trimestre del año para acumularlas las continúa perdiendo.
El mileísmo cerró su semana triunfal con la coreografía del dólar y marquesinas doradas. “Tus dólares, tu decisión”, proclamó Manuel Adorni. “Plan de reparación histórica de los ahorros” rubricó. Revolución, dispararon los tuiteros libertarios. “Con una copita de ron alcanzaba”, comentó un dirigente opositor, aludiendo a la embriaguez que suele generar el poder. Aquella a la que supo referir “Pepe” Nun, una tarde.
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