“Privación ilegítima de la libertad agravada por violencia, pluralidad de autores y coacción”. Tal la imputación a los integrantes de un grupo, cuatro hombres y una mujer, de entre 17 y 29 años, acusados de seducir a hombres a través de redes sociales y, haciéndose pasar por una menor de edad, retenerlos en departamentos alquilados, sometiéndolos a todo tipo de torturas físicas y psicológicas, que incluían tomar orina y comer excremento humano, como castigo a su presunta pedofilia. Todo era filmado y transmitido en vivo por plataformas digitales.
La denuncia de un venezolano de 42 años, a quien amenazaron con que no contara nada, al cabo de un par de horas retenido y torturado, permitió iniciar la investigación sobre esta banda, cuyo líder de 29 años se presenta en X como Brandon Lee, El Quechuga, el caza-violas.
El denunciante alega que él se ó en las redes con una mujer de 21 años, que en un momento dado y en medio de una sucesión rápida de mensajes escribió “Tengo 13”, lo que, dice él, jamás alcanzó a ver.
A partir de esta denuncia, -la única formal con que cuenta la Justicia, aunque la existencia de otros videos permite establecer que serían más los hombres objeto de esta modalidad-, la policía logró detener a los cinco integrantes de la banda.
Pocos delitos hay más execrables que la pedofilia. Un verdadero flagelo alrededor del mundo, que web y redes sociales mediante, se ha multiplicado de manera exponencial. Atraviesa todas las clases sociales, las profesiones, las edades. Su fantasma sobrevuela cada caso de un chico desaparecido. Aquí en Argentina, aún no se sabe qué ocurrió con Loan Danilo Peña desde el 13 de junio del año pasado, ni con Lian Gael Flores Soraire, desde el 22 de febrero. Según Missing Children, hay 42 búsquedas activas en todo el país, y unas seis denuncias por desaparición, en promedio, cada día, aunque se sabe que son muchas más, porque no todas llegan a la organización. La amenaza de la trata se cierne sobre cada uno de ellas.
Ahora bien, ¿qué es este delirio, este nivel de violencia, de la justicia por mano propia? Si se comprueba un caso de pedofilia, si se está realmente frente a un abusador de menores, allí están la policía y la Justicia especializada en este tipo de delitos para hacer la denuncia y para que se lleven a cabo todas las investigaciones pertinentes.
Desde el anonimato, desde perfiles falsos, o incluso desde una pantalla de televisión, se lanzan las acusaciones más temerarias, se incita a una violencia que ya no necesita de ningún estímulo, se ensucia a cualquiera sin razón, sin pruebas y a veces con mentiras flagrantes o causas inventadas. La verdad parece ser lo de menos. La irresponsabilidad está a la orden del día.
“Si buscas venganza, prepara dos tumbas”, dice un viejo proverbio chino. Es tal el grado de crueldad que se despliega que cuesta entender qué hay detrás de tanto odio, o de tanta locura. Días pasados un grupo de vecinos estuvo a punto de quemar la casa de un joven autista, de 28 años, porque alguien en las redes, por diversión, había creado perfiles falsos a su nombre, acusándolo de torturar animales y otras bajezas. Lo más grave del caso es que un canal de televisión se hizo eco de las acusaciones y hasta se instaló frente a la vivienda, hablando de un “peligroso psicópata maltratador de animales”
El chico, también con diagnóstico de Asperger, estuvo a punto de suicidarse ante la locura que se desató sobre él y hasta sobre su madre, que aterrada y desesperada, intentaba sin éxito explicar el equívoco armado con su hijo.
Por citar sólo un caso más, un joven misionero de 31 años, que había viajado a Luján a visitar a su familia, fue asesinado a golpes por vecinos al confundirlo con un ladrón.
“Una injusticia hecha al individuo es una amenaza hecha a toda la sociedad”, decía Montesquieu.
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