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      Del calendario gregoriano a bitcoin: cómo se moldean los consensos globales

      Se evidencia la fragilidad de convenciones internacionales que dábamos por sentadas. Repensar la forma en que construimos y sostenemos estándares de convivencia resulta clave.

      Del calendario gregoriano a bitcoin: cómo 
se moldean los consensos globalesDaniel Roldán

      Muchos países han ajustado sus relojes al horario de primavera u otoño sin pensar en que la historia detrás de la estandarización del tiempo está marcada por intereses políticos, necesidades prácticas y tensiones entre poder y conveniencia. En un mundo donde los consensos internacionales se ven cada vez más frágiles, es oportuno revisar cómo algunas normas lograron consolidarse.

      Históricamente, el ferrocarril fue clave para unificar el tiempo, llevando un horario común a cada destino y dejando atrás el mediodía solar local. Con el tiempo, los países adoptaron distintos husos horarios, en parte por conveniencia y también por razones políticas.

      Por decisión de Franco, en 1940, España se alineó con el horario de Alemania. China, a pesar de su tamaño, funciona con un único horario. En Argentina, crisis energéticas llevaron a cambios horarios bajo los gobiernos de Alfonsín y Kirchner.

      La humanidad ha desarrollado mecanismos para facilitar la convivencia y la cooperación en sociedades complejas. Algunos estándares —como el calendario, los pesos y medidas o los sistemas monetarios— surgieron de acuerdos entre países e instituciones, mientras que otros se impusieron por imperios o gobiernos, o por simple utilidad práctica. El esperanto fracasó por falta de adopción masiva, mientras que la señalización vial alcanzó un estatus casi universal.

      En varios casos se han desarrollado soluciones para compatibilizar sistemas distintos, como el acoplamiento de los módulos de la Estación Espacial Internacional, o la adaptación de trenes a diversas trochas. El Sistema Métrico Decimal fue clave para el comercio y la cooperación científica, pero el etiquetado de productos en Europa todavía utiliza ambos sistemas métrico e imperial.

      El calendario gregoriano es un ejemplo de estandarización centralizada con impacto global. La afinación a 440 Hz en 1939 facilitó que la música realmente sea el idioma universal. En navegación, el sistema de balizamiento marítimo IALA estableció criterios comunes, aunque aún persisten dos variantes (A y B) totalmente opuestos según la región. La tecnología ha atravesado sus propias batallas por estandarizar: PAL vs. NTSC, 110V vs. 220V, cargadores diversos. Sin embargo, otros como el protocolo IP de Internet o el sistema GSM han logrado adopción casi total.

      En este marco, desde su aparición en 2009, Bitcoin se ha planteado como una alternativa a las monedas tradicionales, ofreciendo una red descentralizada sin el control de una autoridad única. Su consolidación como moneda universal dependerá de alcanzar consensos similares al del calendario gregoriano o el sistema métrico.

      Si bien la historia demuestra que la política ha sido determinante en la adopción de estándares, inversamente la tecnología y comunicación actuales posibilitan mayor transparencia y control por parte del sobre la toma de decisiones. La adopción de una moneda descentralizada como Bitcoin podría redefinir los consensos monetarios globales, siempre que logre superar los obstáculos que enfrenta: volatilidad, políticas que restrinjan su uso, y necesidad de infraestructura tecnológica.

      Con las disputas sobre aranceles impulsados por Trump, se evidencia la fragilidad de consensos internacionales que dábamos por sentados. Repensar la forma en que construimos y sostenemos estándares globales es clave. Como en el pasado, la combinación de política interna y estrategia global, cooperación y tecnología seguirán moldeando la forma en que organizamos nuestro mundo, tal vez con nuestros relojes sincronizados en lograr mayor transparencia y responsabilidad.

      Juliana Montani es politóloga. Centro RA, Facultad de Ciencias Económicas, UBA.

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