Creado por computadora, activado por Jamie, un actor de 33 años, Waldo es un oso azul que desde una pantalla interactúa con el conductor de un programa televisivo, dirigiendo comentarios de dudoso gusto a los invitados. Con uno de ellos, Liam Monroe, ex ministro de Cultura, la lengua del dibujo animado se torna más virulenta. La repercusión en redes no se hace esperar.
Cuando Monroe se postula a diputado, desde un camioncito, la imagen del oso irrumpirá en actos o reuniones, interpelándolo en su estilo directo y vulgar.
Cada una de estas apariciones es ampliamente festejada por la gente: el osito se ha convertido en su portavoz, es el que habla como ellos y se le planta a la casta de la política.
La popularidad de Waldo trepa hora a hora. Cuando invitan al personaje a un programa político de televisión, Jamie plantea que no será capaz de contestar ninguna pregunta seria, que no tiene idea de política. Sus productores lo tranquilizan diciéndole que nadie espera eso de él. Envalentonado,Waldo la emprende con descalificaciones también contra el periodista que lo entrevista.
Nada parece detenerlo. “Sos menos humano que yo, y eso que yo soy un oso de mentira con un pene color turquesa”, le grita a Monroe. “Ustedes los políticos son todos iguales. Es culpa de ustedes que la democracia se haya convertido en una burla y nadie sepa para qué sirve”, escupe en la cara de un de candidatos en televisión..
Su influencia es tal que llega a competir en las elecciones para diputados, enfrentando entre otros a Monroe. Detrás de él ya no está Jamie, que renunció, sino su inescrupuloso productor. Por algunos puntos Waldo pierde la contienda. Pero en el momento en que se proclama el triunfo de Monroe, el oso ordena que la gente le tire sus zapatos por la cabeza. El flamante electo debe protegerse como puede de la andanada de calzado sobre su persona.
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Será tiempo después cuando una patrulla de uniformados golpee y desaloje a gente durmiendo en la calle. Uno de ellos es Jamie. Mientras se aleja, verá en una enorme pantalla al oso reproducido en uniformes escolares, aviones y todo tipo de productos en todo el planeta. Palabras como Esperanza, Cambio, Fe y Futuro se leen sobre las imágenes.
La historia de Waldo forma parte de la segunda temporada de la serie británica Black Mirror, y se proyectó el 25 de febrero de 2013. Cualquier semejanza con la realidad no parece mera coincidencia.
Giuliano da Empoli dedica un capítulo a Waldo en “Los ingenieros del caos”: “Waldo no es más que la traducción política de las redes sociales. Una maquinaria temible que se alimenta de rabia y tiene como único principio el compromiso con sus simpatizantes. Lo importante es alimentar la rabia con contenidos 'calientes' que susciten emociones”.
Y agrega: “La verdadera ventaja competitiva de Waldo no es de naturaleza técnica. Reside en la naturaleza del contenido en el que se basa la propaganda populista. La indignación, el miedo, los prejuicios, el insulto, la polémica racista o sexista se propagan en la web y generan mucho más atención y compromiso que los debates soporíferos de la vieja política”.
Por aquí, el presidente Javier Milei lanza los peores insultos contra los periodistas, a los que “la gente no odia lo suficiente”, sin entender el rol de la prensa en una sociedad democrática; su asesor Santiago Caputo intimida a un fotógrafo que lo retrata en un debate público; el Gordo Dan, “brazo armado” de La Libertad Avanza, echa a funcionarios y pide cárcel para periodistas o economistas desde su cuenta de X, al mando de un ejército de trolls siempre listos para la agresión, la descalificación o lo que la causa guste mandar.
“Los malos, sin duda, han comprendido algo que los buenos no saben”, cita Da Empoli a Woody Allen en el comienzo de su libro.
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