El mundo miraba atento esa histórica chimenea, en búsqueda de un atisbo de humo blanco, de aquella tímida niebla del color de la nieve que diese la señal, y que una vez que aflora se convierte en una fumata contundente, que confirma el fin del cónclave y la elección de un nuevo pontífice.
La intriga giraba en torno a quién ocuparía el trono de San Pedro como el sucesor del papa Francisco, y dada la nacionalidad argentina de Jorge Bergoglio, en Buenos Aires todo el proceso se vivió con gran fervor.

Primero, el funeral y la sentida despedida de quien partió a sus 88 años el pasado 21 de abril; luego las misas en su honor, los recuerdos memorables de su pontificado, y finalmente el arribo de los cientos de cardenales que tendrían en sus manos, más precisamente en su caligrafía, la decisión de escribir el nombre del nuevo Santo Padre.
Fue una concatenación de hechos que la comunidad religiosa vivió con mucha intensidad, y aunque cada uno de esos sucesos está enmarcado en un cronograma que se activa inmediatamente tras la muerte del jefe de Estado de la Ciudad del Vaticano y obispo de Roma, resulta imposible que los sentimientos y las emociones no afloren.
La reacción de los obispos argentinos que se hizo viral: "¡Robert Prevost es el nuevo papa León XIV!"
Durante la asamblea plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina, un grupo de 120 obispos argentinos se encontraba reunido en la ciudad bonaerense de Pilar, expectantes ante la definición eclesiástica más importante de la Iglesia Católica.
Luego de la fumata blanca pasó casi una hora, de absoluto hermetismo, donde la gran pregunta era quién era el nuevo papa. Sentados, pero inquietos, algunos con los celulares listos para filmar el inminente anuncio, y otros con las manos sobre la cabeza, todos aguardaban las palabras más esperadas: "Habemus papam".

En el video, que se viralizó rápidamente, se los ve en ese preciso instante de inmensa expectativa, similar a la que se vive en una definición por penales durante una Copa del Mundo. Así como en la cancha de fútbol los jugadores de cada país dejan el alma en representación de un país entero, en un cónclave se elige a quien consideran el mejor hombre en la Tierra para representar, nada más y nada menos, que a Dios.
El paralelismo deportivo es válido y fiel al clima de nerviosismo que se percibe en el video. ¿Y quién no rezó alguna vez a todos los santos para que su equipo gane una copa del mundo? ¿Quién no miró al cielo para pedir clemencia, piedad, o un milagro? Los argentinos sabemos de eso, después de una final ajustadísima contra Francia en Qatar, donde más de uno derramó lágrimas mientras le rogaba al cielo que se rompa la racha de 36 años sin alzar la copa dorada. Y sucedió. Fuimos y somos campeones del mundo.

Para los obispos argentinos fue exactamente igual. Se jugaba el partido más importante del mundo a nivel religioso, donde definen el líder de las masa católicas, que promedia los 1.400 millones de fieles. Ya lo habían anticipado en sus redes sociales, donde confesaron que rezaron "de manera enérgica" para que los cardenales se iluminaran durante el cónclave y pudieran tomar la mejor decisión posible, guiados por la voluntad divina.
La pasión argentina estuvo presente cuando por fin llegó el anuncio de que Robert Prevost es el nuevo papa, bajo el nombre de León XIV. Hubo aplausos, emoción, e incluso alguno que otro no ocultó su desconcierto y
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