La salsa de tomate es un clásico infaltable en la cocina argentina. La usamos para pastas, pizzas, guisos y más. Por eso, lograr una salsa bien equilibrada es clave. ¿El secreto que muchos no conocen? Agregarle una pequeña cantidad de bicarbonato de sodio mientras se cocina. Este truco de cocina, tan simple como efectivo, puede mejorar notablemente el sabor y la textura de tu salsa.
No se trata de una moda ni de un ingrediente sofisticado: es pura química casera. El bicarbonato ayuda a reducir la acidez natural del tomate sin modificar su esencia. El resultado es una salsa más amable al paladar, sin ese toque agrio que muchas veces se intenta disfrazar con azúcar o crema.
Qué hace el bicarbonato en la salsa de tomate
Los tomates tienen compuestos ácidos que, al cocinarse, pueden dejar una sensación algo amarga o "rasposa" en la boca. Acá entra en juego el bicarbonato, que actúa como neutralizante. Al ser una sustancia alcalina, reduce esa acidez y suaviza el sabor general de la salsa.
Además, al modificar levemente el pH, mejora la integración de los ingredientes y aporta una textura más uniforme. Es una ayuda clave, sobre todo si usás tomates en lata, que suelen venir con un sabor más intenso y ácido.
No hace falta mucho: con apenas 1/4 a 1/2 cucharadita por litro de salsa es suficiente. Se añade mientras la salsa hierve, de a poco y con cuidado. Vas a notar que empieza a hacer burbujas, como si efervesciera: es la reacción química entre el bicarbonato y los ácidos del tomate.

Una vez que pasa ese momento, el burbujeo desaparece y queda una salsa mucho más suave y pareja. El truco está en no pasarse. Si agregás de más, podés arruinar el sabor. Pero si usás la cantidad justa, vas a notar la diferencia en cada cucharada.
Beneficios de sumar bicarbonato a la salsa
Este pequeño gesto en la cocina puede tener un gran impacto, no solo en el sabor, sino también en cómo tu cuerpo recibe los platos a base de tomate. Más allá del equilibrio en la receta, el bicarbonato aporta ventajas prácticas que lo convierten en un aliado ideal para quienes buscan cocinar rico y sentirse bien después de comer.
- Reduce el ardor estomacal que a veces provocan los platos con mucho tomate.
- Mejora la consistencia, evitando que la salsa quede pesada o grumosa.

- Suaviza el sabor sin necesidad de añadir azúcar ni otros ingredientes que alteren la receta original.
Siguiendo este sencillo truco, con una simple pizca, podés transformar una salsa ácida y agresiva en una preparación más suave y equilibrada, ideal para acompañar cualquier plato.
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