Uno de los volcanes más extraños del mundo es la morada de Engai, el dios creador para los masáis, una de las tribus que viven en Tanzania.
Debido a este significado místico, la llamada “montaña de Dios” atrae a peregrinos de Tanzania y Kenia, quienes llegan hasta sus laderas para realizar ofrendas.
Los masáis creen que acercarse al volcán con malas intenciones o practicando brujería producirá el castigo de Engai. Por eso, durante las erupciones, realizan ayunos y sacrificios adicionales.
Pero la “montaña de Dios” es una verdadera rareza geológica que llena de curiosidad a los científicos por motivos para nada místicos.

Cómo se llama el volcán más raro del mundo
El volcán Ol Doinyo Lengai, de 2.962 m, ubicado en el norte de Tanzania, en el Gran Valle del Rift, rompe todos los esquemas científicos.
Lo que hace excepcional al volcán es su lava carbonatita (es el único volcán conocido que expulsa una lava con base de carbono), una rareza geológica que fluye a apenas 400 °C. Y la única que permanece activa en todo el planeta.
A diferencia de los volcanes convencionales, cuya lava, rica en silicatos, alcanza los 1.100 °C, la del Ol Doinyo Lengai fluye entre 500 y 600 °C, casi la mitad de temperatura.
Su composición, dominada por carbonatos de sodio y potasio, le confiere una viscosidad similar al agua, creando ríos que parecen de obsidiana líquida bajo el sol. Eso en cuanto a su notable liquidez.
Pero la otra super rareza de este volcán es el aspecto oscuro y poco luminoso de su lava contrasta con el brillo anaranjado de las lavas hawaianas, o tantos otros. Por eso, los expertos en el tema, llaman al Ol Doinyo Lengai como el único volcán que expulsa lava negra en el mundo.

Por la noche, sin embargo, la lava brilla con un rojo tenue, y al o con la humedad, adquiere tonos blancos, como si nevara en el trópico.
Las erupciones del Ol Doinyo Lengai han marcado a fuego a los masáis. En 1917, 1940 y 1966, explosiones violentas lanzaron cenizas a más de 100 km, cubriendo pueblos y pastizales. La última gran erupción ocurrió en 1966, cuando se registraron columnas de cenizas que alcanzaron los 1.500 m de altura.
En septiembre de 2007, una erupción menor dispersó cenizas en un radio de 18 km y produjo sismos de magnitud 6 que sacudieron la frontera entre Tanzania y Kenia. Desde abril de 2017 el volcán mantiene una actividad constante, con flujos intermitentes y pequeños conos de escoria en su cráter norte.
Un volcán a la vista del Kilimanjaro
El cráter norte, activo, de 200 metros de profundidad, contrasta con el sur, cubierto de vegetación y cenizas antiguas. Desde la cumbre, en días despejados, se divisa el monte Kilimanjaro, mientras que las laderas inferiores albergan lagos efímeros de lava solidificada en formas escultóricas.

Esta característica atrae a vulcanólogos y aventureros, aunque la ascensión es exigente: seis horas de subida por pendientes de ceniza volcánica y rocas inestables, recomendada solo para expertos en trekking.
A pesar de su baja peligrosidad comparado con volcanes más explosivos, el Ol Doinyo Lengai sigue siendo impredecible. Los geólogos monitorean sus temblores y emisiones de gas, conscientes de que cualquier cambio en la presión del magma podría generar nuevas erupciones.
El paisaje del Gran Valle del Rift está configurado, en parte, por los volcanes que, al entrar en erupción, favorecen las lluvias, rejuvenecen la tierra y llevan fertilidad al suelo.
La lava del Ol Doinyo Lengai, rica en carbonato de sodio y potasio, y pobre en sílice, mana con la fluidez del agua y, como vimos, a temperaturas bajas en comparación con la de otros volcanes.
Mirá también
Newsletter Clarín
Recibí en tu email todas las noticias, coberturas, historias y análisis de la mano de nuestros periodistas especializados
QUIERO RECIBIRLO