La Revolución de Mayo es una fecha clave en el calendario argentino. Hace 215 años, durante el 25 de mayo de 1810 se conformó el primer gobierno patrio, antecedente de la independencia que tendría lugar seis años después, el 9 de Julio.
Los sabores criollos también estuvieron presentes en esta fecha y los platos típicos se siguen consumiendo desde entonces en la mesa de los argentinos.
Acá te contamos esos sabores únicos que nacieron antes de la Revolución de Mayo y que nos acompañan todos los años en nuestras Fiestas Patrias.
25 de Mayo: las 5 comidas típicas de la Revolución de mayo
Algunas de las recetas de nuestras grandes comidas patrias son de origen europeo, ya que los habitantes de lo que sería Argentina eran descendientes de los antiguos españoles que llegaron al territorio. A pesar de estos orígenes, los productos autóctonos influyeron en estas comidas tradicionales.

1. Locro
La comida popular que terminó entrando en la casa de todas las clases sociales y es la gran comida de los días patrios. Un guiso espeso de cocción lenta nacido de un antiguo plato precolombino en base a maíz blanco (o amarillo), porotos y papas. Los nuevos pobladores lo enriquecieron con el chorizo colorado, el ají molido y el pimentón.

Cada zona del país, además, le agregó sus productos típicos. “Se valían de los elementos de la tierra, por eso los ingredientes y formas de preparación variaban según la región, aunque el elemento principal siempre era el maíz”, describe Daniel Balmaceda en su libro “La comida en la historia argentina”.
Este autor también sostiene que en 1810 el locro se comía en todo nuestro actual territorio: “De origen quechua, el plato se expandió desde la zona del Alto Perú hacia el sur, y cada quien tenía su propia receta”.
2. Carbonada
Este plato es de origen belga y quedó como una tradición de la comida criolla argentina. Las provincias que más lo consumen son Salta y Tucumán. Nuestros antepasados le sumaron a los taquitos de carne estofada, los populares choclos, zapallos, orejones, pasas de uva y se quitaron de la receta original europea la cerveza y la mostaza.
En los últimos años también surgió la versión vegana de esta comida típica que se come bien caliente y en lo posible en pocillos de barro para conservar el calor.

La carbonada tiene alguna similitudes con el puchero español, aunque la versión argentina es mucho más espesa y en la época de la colonia, ante la falta de vajilla sobrante, se servía en la cáscara ahuecada del zapallo.
3. Mazamorra
Por aquel 25 de Mayo de 1810, el maíz ya abundaba en nuestras tierras y había que aprovecharlo. Así nació la mazamorra, cuyo ingrediente base fundamental era el maíz blanco, quebrado, pisado y remojado durante toda una noche, y luego hervido en agua a la que se le añadían unas gotas de lejía, una solución alcalina a base de cenizas cuyo objetivo era separar la cascara del grano.
Se lo servía con leche cruda y azúcar y era el plato preferido de los más chicos, la comían tanto en el desayuno como en la merienda.

El periodista e historiador Daniel Balmaceda, en su libro “La comida en la historia argentina”, relata que era muy popular la figura del mazamorrero, quien recorría las calles a caballo con sus tarros y sus pregones: “¡Mazamorra espesa para la mesa y mazamorra cocida para la mesa servida!”.
4. Empanadas
El plato más popular de aquel lluvioso 25 de mayo de 1810. Las damas de la naciente aristocracia porteña, las comían en los puestos callejeros a la salida de la misa, ya que las empanadas eran típicos productos de venta callejera, como el locro, pero aceptados por todos.
Su origen tuvo lugar en Persia, llegó hasta Medio Oriente, donde aún hoy se las conoce como fatay. Luego se instaló en España con la invasión musulmana del siglo VIII y de ahí, las trajeron los conquistadores al Nuevo Mundo.

La versatilidad del relleno hace de este plato una oportunidad de innovar, ya que existen múltiples variantes; casi una por provincia. Nuestros antepasados las elaboraban con masa de harina de trigo y con grasa de pella. Y en el relleno se utilizaba carne cortada a cuchillo, de vaca o de cordero, incluso de gallina. En el norte argentino las hicieron suyas desde la llegada de los barcos y le agregaron una impronta excepcional de acuerdo a la región.
5. Pastelitos fritos
La gran golosina de los habitantes de Buenos Aires en la Revolución de Mayo de 1810, perdura hasta nuestros días e invade todo tipo de panaderías o confiterías. Son confituras de masa rellenas por dulce de batata o membrillo.
Los pastelitos de la colonia eran redondos, como una especie de bolsita hecha con la masa parecida a las empanadas, y fritos en grasa. Los de hoy se hacen de harina con agua y grasa, con 10 o 12 capas de hojaldre superpuestas ubicadas en forma de estrella.

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