¿Cuántas veces -miles de veces- las “madres encuarentenadas” se han sentido “malas madres”? Si nos pusiéramos a enumerar las razones o circunstancias siempre nos quedaríamos cortas, ¡si ni tiempo para bañarnos encontramos a veces…! A la crianza con apego, la comida saludable, la disciplina positiva y los juegos Montessori se le sumó la necesidad de contención 24x7 ante una realidad de la que nadie tiene certezas. ¿Malas madres? No. ¡Malísimas! Esto pone en cuestión Ro Ferrer, reconocida comunicadora e ilustradora feminista, en su nuevo libro, Mala Madre en cuarentena -de la Colección Dibrujeando de Editorial Chirimbote-, donde desarma estereotipos sobre la maternidad.
En clave de humor y sin perder la crítica, aborda cómo las tareas de cuidado son relegadas a mujeres y feminidades y las estrategias para tirar por la borda los modelos impuestos.
En una entrevista con Clarín habla de su último trabajo, donde invita a reírnos de las contradicciones y de las rupturas cotidianas que se hacen de la maternidad perfecta, paciente, incondicional y alejada de los deseos; y una que se practica en la cuarentena, entre aislamiento, múltiples tareas de cuidado, teletrabajo y hormonas –y mucho chocolate-.

- Decís que el libro es una “reivindicación del malamadrismo”. ¿Por qué creés que necesitamos reivindicarlo y, sobre todo, hacerlo visible (¡y más aún en cuarentena!)?
- Porque ¿qué es ser mala madre y quién lo define? Como si en un momento de nuestras vidas algún momento o actitud nos convirtiera en eso...
Entonces es romper con las expectativas ajenas y las estructuras culturales que han sido definidas por los roles, los estereotipos de género hegemónicos y patriarcales que nos colocan en un papel de abnegación, de dejarnos para el final y sentir culpa cuando disfrutamos. Creo que poder reírnos de todo esto, de escondernos a comer el último chocolate y darles una fruta a les chiques y decirles que es para cuidarse los dientes; o de esconderse a mirar series en el baño porque creés que tanto no te van a interrumpir.
Ahora estamos con una conectividad de 24 horas prácticamente por las tareas de les pibis, el trabajo, las cosas de la casa. Y además tener que responder con buen humor y con paciencia, como si fuese posible que todo el tiempo estuviésemos bien porque nos han vendido un discurso súper romántico de la maternidad –además de ésta como fin único y obligatorio-, que nos lleva a colocarnos en un lugar muy definido, muy encajado del cual Mala Madre empieza a correrse, porque entiende que primero es persona, y que ser madre es una forma más del ser de esa persona: yo soy madre, soy ilustradora, soy amiga, soy hija, soy un montón y estoy en construcción, pero ninguna de esas cosas me define únicamente.