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      Cómo supervisar a un adolescente sin invadir su espacio

      ¿Cuándo está permitida la intromisión? Hay pautas que ayudan a mantener un control sano, sin dañar la relación con los hijos.

      Cómo supervisar a un adolescente sin invadir su espacioCómo supervisar a un adolescente sin invadir su espacio. Foto ilustración Shutterstock.
      Redacción Clarín

      Llega la adolescencia de tu hijo o hija y tenés miedo de quedarte fuera de juego. Aparecen las dudas. ¿Hasta qué punto hay que mantener la supervisión paternal? ¿Cómo enfocamos el control sobre cosas suyas, como las redes sociales y otros aspectos de su vida, sin vulnerar su intimidad? ¿Podemos o debemos invadir su espacio privado? ¿Cuáles son los límites?

      “Las tecnologías trajeron cosas magníficas a nuestras vidas, pero también nuevos riesgos y aspectos que nos obligan a reflexionar”, aseguró a Clarín Sebastián Bortnik, especialista en tecnología y seguridad informática. Seguí leyendo los 10 consejos que nos dio Sebastián para criar hijos en un mundo digital.

      Espiar los celulares o las redes sociales, escuchar sus conversaciones, vigilar sus salidas con los amigos… ¿Es contraproducente que los padres estén supervisando continuamente lo que hacen sus hijos?

      Hay que tener claro que, en cualquier caso, la intromisión de los padres en las redes sociales o en cualquier terreno debe ser siempre con consentimiento, no solo porque la ley ampara a los hijos en cuanto a su privacidad, sino porque debe ser fruto de la confianza y no de la imposición. Y siempre se puede recurrir a ciertas fórmulas para no perderlos de vista.

      La intromisión de los padres en las redes sociales o en cualquier terreno debe ser siempre con consentimiento. Cómo supervisar a un adolescente sin invadir su espacio. Foto ilustración Shutterstock.La intromisión de los padres en las redes sociales o en cualquier terreno debe ser siempre con consentimiento. Cómo supervisar a un adolescente sin invadir su espacio. Foto ilustración Shutterstock.

      No podremos saber todo

      "Es cierto que por un lado existe la responsabilidad de los padres de velar por el cuidado de los hijos. Pero también lo es que hay que preservar su derecho a la intimidad. Y aún es más importante en la adolescencia. Lo ideal será buscar el equilibrio entre estas cosas", comenta Héctor Galván Flórez, director clínico del Instituto Madrid de Psicología.

      No se debe olvidar que la adolescencia es una época bisagra. Es decir, los chicos y las chicas están saliendo del “túnel” de la infancia, están atravesando un cambio social y personal muy importante en su vida, están empezando a conformar su identidad y su personalidad frente a los demás y ellos mismos, y están descubriendo que tienen más responsabilidades y menos tiempo libre, por lo cual necesitan tener esa sensación de un mundo que es único de él o de ella, afirma Galván. “A esas edades, si no sienten que tienen una vida, una información, un mundo propio, pueden tener dificultades en su desarrollo”, advierte.

      "Asimismo, debemos tener en cuenta que siempre va haber un espacio de privacidad de algo que no conocemos que es íntimo y privado de nuestros hijos", explica el psicólogo Roger Ballescà. Por muy pequeños que sean los niños, siempre tienen un espacio privado que, conforme va aumentando la edad, va haciéndose cada vez más grande.

      “Y no tiene que ser vivido como algo problemático, sino como algo natural; la intimidad forma parte de las personas y tienen derecho igual que todos”, puntualiza el experto, que es también coordinador del Comité de Infancia y Adolescencia del Colegio Oficial de Psicología de Cataluña (COPC).

      “Cuando un hijo ya tiene entre trece y dieciséis años va a haber cosas que no la vamos a saber y es normal”, recalca Galván. “Es sano aprender a convivir con ello sin sentirse necesariamente inseguros. Todo parte porque ese hilo de relación se hace más fino durante esta época de la vida, pero ya se volverá a fortalecer más adelante; y que se mantenga va a depender exclusivamente de que los hijos nos sientan a su lado como cuidadores incondicionales” reflexiona.

      “Cuando un hijo ya tiene entre trece y dieciséis años va a haber cosas que no la vamos a saber y es normal”, recalca Galván. Cómo supervisar a un adolescente sin invadir su espacio. Foto ilustración Shutterstock.“Cuando un hijo ya tiene entre trece y dieciséis años va a haber cosas que no la vamos a saber y es normal”, recalca Galván. Cómo supervisar a un adolescente sin invadir su espacio. Foto ilustración Shutterstock.


      Ni mucho ni poco: ¡supervisión equilibrada!

      El control de los padres hacia los hijos siempre es muy extremo y muy exhaustivo en las primeras etapas de la vida. Por ejemplo, con un bebé en brazos, el control es casi del cien por cien. “Pero vamos cediendo espacio conforme se van haciendo adolescentes o mayores y, en ese trayecto hay que ir abandonando ciertas actitudes de control”, dice Ballescà.

      ¿Cómo hacerlo? “No hay pautas establecidas de hasta qué punto en cada momento”, responde el experto. “Pero nos podemos basar en algunos elementos sobre qué cosas son adecuadas para cada edad- continúa-; por ejemplo, los juegos tienen clasificaciones por edad y también el uso de redes sociales, o en otras cuestiones, como hacerse un piercing o un tatuaje, que solo están permitidos a los mayores de 18 años y los que son menores necesitan el consentimiento de los padres. Si ya la propia ley dice que necesitan del consentimiento de los padres, pues quiere decir que también pueden dar su opinión sobre eso y que pueden negarse a que lo hagan”.

      Sin embargo, a la hora de aplicar la supervisión parental resulta conveniente mantener cierta sensatez. La actitud de inspección hacia los hijos es sana, pero llevada al extremo conduce a problemas importantes, tanto si es demasiado exhaustivo como si es escaso. Ambos extremos son igual de perjudiciales, avisa Ballescà. “El control de los padres a veces no es bueno o malo en sí mismo, sino en función del grado en el que se aplica”, puntualiza el psicólogo.


      ¿Demasiado control podría debilitar la relación?

      Héctor Galván coincide. Y no por el hecho de que sea más o menos control, sino por la forma del mismo. “Es decir, si al ejercerlo transmitimos sensación de desconfianza, de no creer que él o ella tengan sentido común o que sepan desenvolverse, lo que va a suceder es que los adolescentes cada vez se cierren más y se comuniquen menos con nosotros”, enfatiza Galván. La clave está en formarles como personas. Eso es lo que les va a proteger más antes los demás y ante el mundo externo, agrega.

      Es más útil preguntar que indicar o imponer… ¿Cómo estás? ¿Cómo te va en el colegio? ¿Te preocupa algo?, etc. “Hay que dejar que ellos se expresen y, más importante aún, ¡no juzgar!”, subraya Galván. “Y además -prosigue- es bueno ayudarlos a que aprendan a pensar en solucionar los problemas con preguntas como: ¿Pensaste qué hacer? ¿Cómo lo resolverías? ¿Qué se te ocurre si pasaría tal cosa?... No tanto darles soluciones ya hechas”.

      A estas edades, estos gestos les va creando una sensación de incondicionalidad y sienten un apego seguro, que sus padres van a intentar entender y apoyar sin juzgarlos de entrada.

      Dos claves para tener a la vida de un adolescente

      • Menos a más. La primera cosa que hay que hacer es preguntar y establecer una buena comunicación con nuestros hijos. Y solo si eso falla, hay que poder ver qué está ocurriendo, observar si hay alguna conversación que nos dé pistas, resalta Ballescà. Hay que ir de las estrategias menos invasivas a las más invasivas. La mayoría de las veces, cuando necesitamos meternos en la vida íntima a través de estrategias invasivas es porque en cierto modo ha fracasado, aunque sea levemente, la comunicación con los hijos y eso ocurre frecuentemente porque no es extraño que se produzcan tensiones y haya épocas que nos explican mucho menos cosas, agrega el psicólogo.
      • ¿Cuánto sabés de tu hijo o hija? "Compartir momentos, conversaciones o actividades con ellos es la mejor forma de generar confianza e, indirectamente, de tener un control de sus vidas, dice Galván. Aunque, más que control, sería mejor hablar de conocimiento", matiza el experto. Es decir, cuando conocemos qué o por dónde va la vida de nuestros hijos, hay un control sano y no impositivo. “No sirve de mucho que nos dediquemos el día a hacer únicamente gestiones o lo que tengamos que hacer y no compartamos momentos con ellos y que simplemente en un momento dado le preguntemos ¿qué hacés?, ¿con quién vas?, ahí el chico o chica se va a sentir interrogado”, enfatiza el especialista.
      Desde el punto de vista educativo, podríamos darnos la licencia de “entrometernos” si detectamos indicios claros de que puede estar sucediendo algo. Foto ilustración Shutterstock.Desde el punto de vista educativo, podríamos darnos la licencia de “entrometernos” si detectamos indicios claros de que puede estar sucediendo algo. Foto ilustración Shutterstock.

      ¿Existe algún atajo que nos permita invadir su privacidad?

      Nos queda claro que debemos respetar la privacidad de nuestros hijos, no solo porque la ley lo dice, sino también porque es una manera sana de sobrellevar la relación con los adolescentes a estas edades. Pero desde el punto de vista educativo, según explica el psicólogo Héctor Galván, podríamos darnos la licencia de “entrometernos” si detectamos indicios claros de que puede estar sucediendo algo.

      Por ejemplo, si observamos que llora sin razón alguna, que tiene una mala expresión no verbal, que no quiere contar nada, que de forma repentina intenta evitar ir al colegio, o si dejó (de golpe) de verse con sus amistades de siempre. Ante estas señales, más que invadir bruscamente su espacio, es importante hablar con ellos. O, por ejemplo, con los proesores del colegio para tratar de entender si está pasando algo más.

      Un pacto con el uso de las tecnologías

      Los psicólogos insisten en que se debe respetar la intimidad de los hijos. Aunque reconocen que también se puede tener un cierto control a una determinada distancia. “Por ejemplo, en el uso de las tecnologías e Internet, el celular o la computadora, cada vez se pueden hacer más cosas, no solo buscar información, sino también conocer gente, hacer compras, arruinarte la vida o hacerte muy exitoso”, comenta Roger Ballescà.

      “Por lo tanto- continúa- hay que pensar que es una puerta más de nuestra casa y por la cual se puede entrar y salir. Y de la misma manera que cuando nuestros hijos salen del hogar físicamente le preguntamos a qué hora van a volver y qué van hacer, con el uso de las tecnologías pasa exactamente lo mismo, tenemos que poder saber qué tipos de páginas visitan o cuáles son las actividades que realizan. Hasta qué punto debemos saberlo dependerá de la edad que tengan”.

      Asimismo, los expertos ponen el foco en el uso de los celulares a estas edades. Para Galván no es recomendable que antes de los 12 años tengan smartphones porque no tienen una madurez suficiente para exponerse a todo lo que esto implica. Aunque lógicamente habrá que sortear la presión que puede suponer que los tengan sus compañeros de clases o amigos menores de esa edad. “Y de ser así, más allá de algún tipo de control, de lo que realmente se trata aquí es de educar en el uso de las tecnologías y de su propia intimidad, deben tener claro que nunca deben facilitar datos personales como dirección o el nombre completo, por ejemplo”, dice el experto.

      Ballescà lo resume con una imagen visual: “¿No es verdad que no le permitirías a tu hijo que pusiera una llave en la puerta de su habitación y que solo él o ella tuviera la llave de entrada? Sería absurdo. Pues ocurre exactamente lo mismo con los dispositivos móviles", agrega.

      “Es aconsejable que, hasta los 16 años como mínimo, los padres puedan tener a las claves, otra cosa es que hagan uso o no de ellas”, enfatiza Ballescà. “Esto establece una especie de acuerdo tácito entre los padres y los hijos- argumenta-. Y en cierto modo se lo ponemos un poquito más difícil. Ellos saben que hay ciertas cosas que se abstendrán de hacer sabiendo que sus padres pueden acceder en cualquier momento a sus dispositivos. Aunque esto no quiere decir que no puedan buscar mil maneras de salirse con la suya”.

      Si conviene, se puede recurrir a la ayuda de las aplicaciones o herramientas de control parental porque limitan tipos de contenidos a determinadas edades y sirven para educar en el mundo de las tecnologías de la información y de la comunicación.

      “¿Verdad que no le permitirías a tu hijo que pusiera una llave en la puerta de su habitación y que solo él o ella tuviera la llave de entrada? Sería absurdo. Pues ocurre exactamente lo mismo con los dispositivos móviles", agrega. Foto: Shutterstock“¿Verdad que no le permitirías a tu hijo que pusiera una llave en la puerta de su habitación y que solo él o ella tuviera la llave de entrada? Sería absurdo. Pues ocurre exactamente lo mismo con los dispositivos móviles", agrega. Foto: Shutterstock


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