“¡Má, pá, me aburro!” Más de cuatro meses de aislamiento generan muchas frases como éstas. Con la imposibilidad de salir a jugar, o juntarse con amigos, mantenerse entretenido es un privilegio de pocos. También es cierto que no todos los chicos son iguales. Algunos necesitan más estímulos que otros para mantener sus mentes ocupadas mientras que otros pueden pasar horas y horas jugando con el mismo juguete o actividad. El aburrimiento se origina cuando alguien no tiene interés en involucrarse o prestarle atención a alguna actividad significativa. ¿Qué lo activa? La monotonía y la falta de motivación.
Esto lo vemos mucho en las clases cuando los alumnos no se involucran mental o emocionalmente en las propuestas pedagógicas. Cuando un alumno se pregunta “¿y esto para qué me sirve?” y no obtiene una respuesta satisfactoria, ¡plaf…se desconecta! Los docentes ya lo saben: el aburrimiento es la mejor invitación para la falta de conducta.
Otro motivo de “desenchufe” mental es cuando lo que hacemos no nos ofrece un desafío digno de enfrentarlo o cuando lo que estamos haciendo es muy difícil. Por eso debemos intentar que los chicos encuentren cierto desafío en las actividades, que no sea ni muy bajo ni muy alto. Un nivel de desafío apropiado es necesario para ayudar a los chicos a desarrollar su potencial.
El aburrimiento es la manera que tiene el cerebro de decirnos: “¡Psst! Esto no te estaría ofreciendo ningún desafío digno de esfuerzo”. Por eso, en casa, podemos ver con qué están jugando. Tal vez es hora de hacer un up-grade de juguetes o actividades y ofrecerles a los chicos alguna actividad más acorde a su edad o necesidad.
