Quizás sea porque a la iglesia evangélica algunos la consideren algo así como la bailanta de la espiritualidad, pero en el guión de Claudia Piñeiro de El Reino esta doctrina religiosa es más mala que el peor villano de Marvel: lavado de dinero, corrupción, asesinatos, abuso de menores… El pastor Giménez finge demencia. “No tengo mucho tiempo para ver series. Estuve viajando por el Interior”.
-Pastor…
-Vi dos capítulos.
-Pastor…
-Tres, no más. Apenas vi de qué se trataba. Una ficción. Después escuché lo que decía la gente. Muchos fieles guardados en su casa por la pandemia, volvieron a la iglesia sólo para darme una palabra de apoyo. Yo les digo: es ficción.

Un comunicado contra la serie
Desde su estreno en Netflix, El Reino es una de las series más vistas. Ideada por Piñeiro junto al director de la serie, Marcelo Piñeyro (Tango Feroz), la “ficción”, como le gusta decir a Giménez, gira en torno a la familia del pastor evangélico Emilio Vázquez Pena (Diego Peretti), y sus intenciones de ser presidente de la Nación.
El pastor nos cuenta que la Alianza Cristiana de las Iglesias Evangélicas de la República Argentina hizo un comunicado contra la serie, y en especial apunta a la guionista por su manifiesta “militancia feminista durante el debate de la ley del aborto”.
-¿Vos firmás el comunicado?
-No, yo no, si no la vi toda. La podemos terminar ahora si querés…
Dijo Piñeiro: “Vos podés juzgar El Reino, decir que no te gusta e incluso, que te sentís ofendido. Pero ellos (los evangelistas) van más allá y se ponen a interpretar por qué escribí lo que escribí"
Y sigue: "¿Y qué dicen? Que yo quedé resentida por la ley del aborto. Es raro porque, hubiera salido o no, yo no tengo razones para el resentimiento. Además, a esa ley la conseguimos muchas, entre todas, no una. Y finalmente ¿cómo voy a quedar resentida por un logro colectivo?”.
Video
Serie argentina protagonizada por Diego Peretti.
Apaguen las luces para ver El Reino
Un, dos, tres, grabando, un dos… Estamos en la iglesia central de Héctor Aníbal Giménez (San Martín, Provincia de Buenos Aires, 1957). El viejo y querido cine Roca de la avenida Rivadavia, transformado en tribuna de doctrina. Las puertas de este cielo tienen una foto gigante de él junto a una chica que es su esposa y algo así como una nueva Pastora Irma.
Nos hacen pasar a un sótano. Miramos las paredes y, como en la serie, sospechamos de una en particular. Pensamos: acá deben guardar los fajos de dólares. Golpeamos levemente el muro, mientras el pastor anda por ahí hablando con un tipo. De pronto la pared se abre y aparece una señora con una bandeja de cocina. Anotamos: “Las paredes y las puertas están empapeladas del mismo color”.
Hoy viernes, el pastor Giménez está menos pastor que nunca, sentado en una silla sobre el escenario de su iglesia, pidiendo –cual Martin Scorsese- que apaguen todas las luces y suban el volumen para ver lo que le falta de El Reino.
La cara sonriente, al rato, delatará sus ansias de aventuras. “¡Mirá si tuviéramos fiscales así!”, dirá burlándose un poco del personaje de Nancy Dupláa, uno de los tantos arquetípicos que aparecen en la larga letanía.
-Falta el pochoclo, ¿no?
-Jajajjaja.

El hombre más peligroso de El Reino, en la vida real no se siente aludido ni por asomo. Con su saco azul eléctrico, ni siquiera se autopercibe representado por el vestuario de Peretti, pastor de cuello mao confeccionado en algodón Armani.
Es un tipo agradable Giménez. Le mandás un WhatsApp y te lo responde con la misma voz que usó Brandoni en toda su carrera. Seamos francos: el pastor está por decir que la serie le parece malísima, pero como no sabe bien quién es uno, o si este diario puso dinero para la producción del éxito de Netflix, prefiere algo que -por el gesto de pasa de uva- suena a sinónimo despectivo.
“¡Es muy ficción! Peretti me parece un actorazo, ¡pero es muy ficción!, demasiada fantasía. Una caricatura…”
-No te gustó.
-Ymneñemnnnseepero…
-La ambientación de tu templo es parecida.
-Sí, sí, el bunker de oración puedo haber sido tomado directamente de acá…
Giménez es el apellido más conocido de una clase de fe relacionada con Dios. En los últimos años se lo vio tan perfil bajo que los medios empezaron a preguntarse qué era de su vida. Fue como si de pronto le hubiera sucedido lo peor que puede ocurrirle a una persona polémica: ser aceptada. Hasta la serie, casi nadie se acordaba de él.
“Cuanto más nos atacan, más gente se vuelve evangelista. Estamos acostumbrados, yo lo viví personalmente en la década del '90”, dice tranquilo, imaginando un interlocutor pastor friendly.
Alerta spoiler
Querido lector: de ahora en adelante sólo se spoileará la serie. Si eres de los que aún no la vieron, quedará bajo tu exclusiva responsabilidad seguir leyendo las líneas a continuación.
Cuando el pastor Peretti confiesa ser un violador de menores, rebobinamos la escena. Buenísima la revelación. Mientras el actor está en pantalla, la serie levanta y ese monólogo, en estado de emoción y locura, permite entender que los violadores son enfermos más que delincuentes.
-Fijate que se pregunta si debe seguir la ley del mundo o la ley de Dios. Se equivoca con la comparación –opina Giménez-. Dios dice: “Amarás al prójimo como a ti mismo”.
-¿No te asustaste cuando supiste de El Reino">