Alguna vez, el dramaturgo y novelista Carlos Gorostiza explicó que los escritores tienen tres lugares en la vida. El primero, su espacio de trabajo, su escritorio. El segundo, la mente, el pensamiento que crea. El tercero es el mundo y su infinita capacidad de impresionar al hombre. Sentado junto a su viejo escritorio de madera, rodeado de fotos de amigos y de afiches de sus obras, “Goro”, como lo llaman sus seres queridos, es fiel a su explicación. Hoy cumple 90 años y aún mantiene el rito jovial de perder su mirada en el horizonte de Buenos Aires para escudriñar al mundo, dibujarlo mágicamente con sus palabras y encontrarse como ser humano.
Como autor y director, Gorostiza supo revolucionar la escena nacional con obras fundamentales como El puente, El pan de la locura, Los prójimos, ¿A qué jugamos?, El acompañamiento, Matar el tiempo y Aeroplanos . En plena dictadura, fue uno de los fundadores de Teatro Abierto, la máxima experiencia de resistencia cultural del país. También fue secretario de Cultura de la Nación de Raúl Alfonsín y jugó un papel determinante en el fin de la censura. Obtuvo innumerables premios y reconocimientos: ganó el Premio Nacional de Novela por Los cuartos oscuros , el Premio Nacional de Literatura y el Premio Nacional de Teatro; el Konex de Platino, el Premio Planeta por Vuelan las palomas , y fue reconocido por el gobierno de Francia como Commandeur de la Orden de las Artes y las Letras.
Una característica singular de la obra de Gorostiza es su permanencia. La mayoría de sus piezas se han convertido en clásicos y viajan por todo el mundo. Por ejemplo, en 2009 se estrenaron 15 títulos en distintos países. El último pedido que llegó a Argentores es de una compañía de Estonia, que va a subir a escena El acompañamiento , una obra que ya se vio en lugares como Sudáfrica y Finlandia.
¿A qué cree que se debe este fenómeno? Pienso que hay dos razones: que sus temas están vigentes en la sociedad y que son tratados con teatralidad, por lo que las obras no envejecen. Esto me hace muy feliz y ocurre desde mis primeros días como autor. Poco después de estrenar El puente en 1948, la llevaron a Cuba, Puerto Rico, México, Venezuela y Uruguay.
¿Qué siente como espectador de sus propias obras? Muchas veces me pregunto por qué hice esto o aquello. Hace un tiempo fui con Teresa, mi mujer, a ver una pieza mía. En un momento, le pregunto: “¿Yo escribí esto">