Francia se procesa a sí misma. Es el pasado que no pasa. Que no pasará nunca pero sobre el que ha costado mucho levantar los velos del horror y de los mitos creados con gran empeño para ocultar las vergüenzas que mortifican el destino de grandeur (grandeza) que los ses se han autoasignado siempre. El anciano elegante y con talante de víctima, de chivo emisario, que proclama -él también- haber aplicado la "obediencia debida", responde a los 87 años desde el banquillo de los acusados del tribunal de Burdeos, rica ciudad del sudoeste francés. Según los magistrados que hace dos años decidieron procesarlo por crímenes contra la humanidad, Maurice Papon envió, "con la máxima eficiencia", al menos a 1.560 judíos a la muerte en los campos de concentración nazis.
Un crimen contra la humanidad, pero también la oportunidad de hurgar en lo que fue el llamado régimen de Vichy, el gobierno colaboracionista cómplice del Tercer Reich entre 1940 y 1944, que contó con el consenso cómplice de un amplio sector de la sociedad sa de entonces.
Muchos responsables de haber participado en el régimen de Vichy después hicieron carrera en la Francia liberada de la posguerra y contaron con la protección de grandes personajes, desde el general Charles De Gaulle -el líder que salvó el honor nacional con su gesta contra los colaboracionistas de Vichy y los nazis- hasta el presidente socialista Francois Mitterrand, que en su juventud fue un simpatizante del mariscal Petain.
Maurice Papon es el primer alto funcionario del régimen de Vichy procesado en estos años por la Francia democrática, que ha querido saber tan poco de ese pasado vergonzoso. Está acusado de ser uno de los verdugos de cuello blanco que consideraban que "renunciar es desertar" y que con una despreciable desenvoltura moral sirvieron como altos funcionarios al gobierno de extrema derecha instalado en la ciudad termal de Vichy en 1940, después de que la blitzkrieg (ofensiva relámpago) alemana había puesto de rodillas a la Francia de la Tercera República.
Racista, pro nazi y antijudío
El mismo Parlamento que había votado en 1936 el gobierno del Frente Popular del primer ministro socialista Leon Blum (que era judío), eligió por abrumadora mayoría, cuatro años después, al viejo mariscal Philippe Petain como salvador de la patria. Petain, héroe de la Primera Guerra Mundial, asumió el control de la Francia no ocupada por los nazis, en el centrosur del país, gracias a un acuerdo con el Tercer Reich, después que las divisiones blindadas alemanas destruyeron las defensas sas en mayo-junio de 1940. Con capital en Vichy, el régimen colaboracionista era racista, de extrema derecha, declaradamente antijudío. Su primer ministro, el fascista Pierre Laval, se puso lealmente al servicio de los nazis.
Con el Frente Popular de izquierda ya había colaborado el joven funcionario Maurice Papon, hijo de un escribano, con estudios en psicología y sociología. Pero fue el régimen de Vichy el que le aseguró una brillante carrera a los 28 años. En poco más de un año obtuvo cinco promociones, mientras que la mitad de los funcionarios eran echados, iban a la cárcel o terminaban en los campos de exterminio.
En 1940 hubo en París tres grandes redadas de judíos de las que Papon pareció no enterarse aunque estaba en el gabinete del ministro del Interior de Vichy. Era tan eficiente que en 1941 lo enviaron a Burdeos como secretario general de la prefectura y la categoría burocrática de subprefecto. Allí fue el segundo de Maurice Sabatier, hombre de confianza de los nazis. Papon fue encargado de los "affaires" judíos.
Del brazo del vencedor
El elegante anciano operado hace dos años del corazón, con tres "by " a las coronarias, está siendo procesado desde el 8 de octubre. Lo que hace sensacional su caso es que, después de la Liberación, Maurice Papon prosiguió su brillante carrera: fue jefe de policía de París a las órdenes de De Gaulle entre 1958 y 1967, y desde allí organizó una gran masacre de argelinos en 1961 . Este crimen ocultado le sirvió para dar un salto definitivo hacia la política. En 1968 fue elegido diputado liberal por la UDR y se quedó en el Parlamento durante muchos años, siempre reelegido. La gloria le llegó en 1978, cuando Raymond Barre lo nombró su ministro de Presupuesto.
Tres años más tarde, el semanario satírico Le Canard Enchainé publicó los primeros documentos que demostraban que el patriota de la Resistencia, el parlamentario liberal y el ministro eficiente, pero sobre todo el funcionario que durante décadas había servido como nadie al Estado -y esto en Francia es muy importante-, era en realidad un distinguido miembro del engranaje diabólico que había enviado a la muerte a miles y miles de inocentes, al servicio del mismo monstruo nazi del cual se había proclamado enemigo combatiente.
Michel Slitinsky, un joven militante de la Resistencia que sí había peleado contra los nazis en Burdeos, conoció al verdadero Papon a través de los documentos publicados por Le Canard Enchainé, en los que aparecía la firma del brillante subprefecto, que urgía primero a sus policías y empleados a controlar mejor a los judíos residentes en la zona de Burdeos, y después organizaba con orgulloso celo el arresto, la concentración en el campo de Marignac y el posterior envío por tren a la muerte.
Michel Slitinsky, testigo en el proceso contra Papon que debería concluir el 23 de diciembre, recordó que cuando se produjo la liberación de Burdeos, en 1944, asistió a un mitin comunista en el que habló el joven funcionario Papon en nombre de De Gaulle. "Se portó bien con la Resistencia", le dijeron a Michel. En realidad, el funcionario había buscado o con los maquis y los gollistas cuando se dio cuenta, como muchos otros "vichistas", que la guerra estaba perdida. Cuando los aliados desembarcaron en Normandía, en junio de 1944, Maurice Papon había secretamente saltado el foso.
Papon era responsable de la deportación del padre de Michel Slitinsky y de otros de su familia, que habían sido gaseados en los hornos crematorios de Auschwitz y Birkenau, en el sur de Polonia, el complejo más siniestro de campos de exterminio que el nazismo había construido para la "solución final", el exterminio de seis millones de judíos.
En su defensa, el elegante anciano aseguró al tribunal que la suerte de los judíos "ses y extranjeros" lo había preocupado tanto que había logrado sacar de las listas a 139. "Con mi mujer lloramos y no festejamos la Navidad de 1943", aseguró. El 23 de diciembre de ese año, el subprefecto Papon, con otros centenares de funcionarios y policías ses, habían despachado hacia el centro de concentración ferroviaria de Dancry, cerca de París, a muchos niños, mujeres y viejos judíos.
Papon sostiene que nunca supo cuál era el destino que los nazis reservaban a los hebreos, cuando había ya muchas denuncias de que el objetivo no era el trabajo forzado con las "familias reunidas", según la hipócrita fórmula utilizada entonces, sino el exterminio. Un abogado de las familias de las víctimas le hizo en el proceso una pregunta que contestó con balbuceos: "Pero si usted no sabía que los estaba enviando a la muerte ¿por qué lloró con su mujer y estaba tan triste como para no festejar aquella Navidad del 43?".
Seis décadas de silencio
Algunos documentos implacables, firmados siempre por Papon, prueban que un grupo de niños y adolescentes judíos que sus familias habían escondido en la campaña, cerca de Burdeos, fueron implacablemente "cazados" por la policía sa de Vichy y que la eficiencia de los funcionarios los destinó después a una muerte segura con los "traslados" por tren a París y a los campos de exterminio.
La impunidad de Papon y de otros personajes, como René Busquet -protegido por el presidente socialista Francois Mitterrand y asesinado por un loco hace cuatro años, cuando estaba procesado-, ha puesto al descubierto hasta dónde en Francia se puso en práctica el esfuerzo de De Gaulle por demostrar que el régimen de Vichy había sido una "anomalía" casi inexistente en la historia gloriosa del país de la Revolución sa y la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano.
Otros dos ancianos, casi tan viejos como Maurice Papon, se encargaron en estos días de hacer las cuentas con la verdad. Pierre Messmer, ex primer ministro gollista, presentado como testigo por la defensa, dijo que el de Vichy era un "régimen ilegal" y que un funcionario debía haber renunciado antes de convertirse en cómplice del colaboracionismo.
Por su parte, Olivier Guichard, ex ministro y gollista "histórico", recordó algo que Francia no quiso saber durante décadas: que "casi todos los primeros ministros de la posguerra habían sido funcionarios del régimen de Vichy" y que De Gaulle había contribuido a cubrir muchas responsabilidades para favorecer el mito "de que los ses habían ganado la guerra", cuando en realidad la perdieron.
El proceso a Maurice Papon es, en este aspecto, una gran purga moral para la nación. Recién en 1995 un presidente francés, Jacques Chirac, reconoció las tremendas culpas nacionales en el martirio de sus compatriotas judíos.
Pero Maurice Papon ha terminado en el banquillo de los acusados más de seis décadas después de aquellos crímenes. Han pasado además 16 años desde que se conocieron las primeras denuncias y nadie niega hoy los sabotajes y ocultamientos que desde las altas cumbres del poder intentaron evitar el proceso. El presidente Francois Mitterrand nunca ocultó que era contrario a poner al desnudo las culpas del pasado llamado Vichy.
Hace tres meses, la Iglesia sa pidió perdón a los judíos por haber mantenido un silencio cómplice frente a la masacre. También lo hizo un sindicato de policías. A la larga, el pasado no pasa cuando las culpas morales colectivas son tan grandes. Una lección para todas las latitudes de la Tierra donde subsisten vergüenzas parecidas: la Argentina incluida.
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