En el centro del parque hay una pelota de fútbol. Por el amplio ventanal de la cocina se la observa solitaria y tentadora; la pileta que descansa sobre el costado izquierdo no llama tanto la atención. Las miradas, entonces, apuntan al balón que se posa sobre un verde perfecto que se parece mucho a una porción de cancha. La imaginación fluye y se puede pensar al protagonista de la nota haciendo jueguitos con su zurda de elegido. Pero no: todo lo contrario. “La pelota se le cayó al vecino hace unos cuantos días y todavía no vinieron a buscarla. Quedó ahí. Sinceramente, la miro y no me produce nada. Hace tres años que no toco una pelota. Con el fútbol no quiero saber nada: estoy totalmente alejado”, dispara Carlos Ariel Marinelli, aquel pichón de crack que nació en el Club Parque y al que en Inglaterra apodaban Dieguito, por Diego Armando Maradona, claro.
Carlos Marinelli tuvo que convivir con el mote de crack desde los 5 años. Unión Vecinal de Villa de Mayo, Talar Junior de El Talar y San Calal de Adolfo Sourdeaux fueron los primeros clubes que lo vieron brillar. Lo inevitable sucedió y el zurdito no tardó en llamar la atención de los reclutadores de la zona. Un amigo de la familia fue quien lo acercó al mítico Club Social y Deportivo Parque. Corrían los primeros meses de 1990. Ramón Maddoni y Yiyo Andretto lo recibieron con los brazos abiertos. Y la enseñanza número uno llegó en la práctica inaugural.
Se armó un picado 6 contra 6 entre las categorías 1981 y 1982. Marinelli, el nuevo, agarró la pelota y se puso a gambetear. Era su gracia, al cabo. El zurdo eludió a cada uno de los rivales y falló la definición por poco: se la cacheteó el arquero. La historia cuenta que Maddoni hizo sonar el silbato con furia y detuvo la práctica para mandar al banco de suplentes a todos los compañeros de campo de Marinelli. Lo dejó solo con el arquero y le entregó nuevamente la redonda. El juego se reanudó y Marinelli volvió a gambetear a todos, esta vez arquero incluido, pero su remate final se chocó con el palo.

Las 200 personas que observaban el entrenamiento se unieron en un aplauso. El partido siguió y el gambeteador corrió de acá para allá mientras los rivales se pasaban la pelota. Fueron apenas unos minutos. Maddoni volvió a hacer sonar el silbato y llamó al pibito. “¿Estás cansado? ¿Viste que solo no se puede jugar al fútbol?”, le dijo el Maestro. Desde entonces el protagonista comprendió que el fútbol era un deporte colectivo.
“Maddoni me mostró otra cosa en Parque. Era un tipo que enseñaba a jugar al fútbol de verdad. Te daba fundamentos, te hacía patear con las dos piernas. No es casualidad que haya sacado a tantos jugadores”.
-¿Tu categoría en Parque era buena?
-La verdad es que todas las categorías eran buenas. La nuestra, la 82', tenía a Fabricio Coloccini, a Nicolás Medina, a Jonathan Fabbro y a Matías Delgado. Estuvimos 3 años sin perder. Lo mismo que la 80' del Cuchu Cambiasso y el Pocho Insúa. Eran todos equipazos.
¿A Riquelme lo llegaste a ver?
-A Román, que es categoría 78', lo acercábamos al barrio con mi viejo cuando entrenábamos en Boyacá. El no lo suele nombrar a Maddoni porque lo ponía bastante de suplente por un cuestión física: era muy flaco. Pero me acuerdo que una vez estábamos con mi papá en el club y Ramón nos llamó. "¿Ven a aquel flaquito? Se llama Román Riquelme y en unos años va a ser el mejor jugador del país. Tiene todo el fútbol en la cabeza”, nos dijo. Y tenía razón.
-Junto a Román entraste en el paquete que le vendió Argentinos a Boca...
-Sí. Maddoni ya estaba en Boca con el proyecto de Macri. Creo que fue en 1996. Pasamos Román, La Paglia, Suchard Ruiz, los hermanos Islas, Lucas Gatti, Coloccini, Ariel Rodó y yo, que era el más chico. Fueron 120 mil dólares lo que pagaron por la mitad de mi pase porque la otra parte se la quedó mi viejo (NdelR: Héctor, que jugó en Boca dos partidos a mediados de los sesenta). Fue un cambio muy grande: ahí me empecé a sentir un jugador profesional.
-¿Por qué?
-Era una cosa totalmente distinta. En Argentinos nos llevábamos la ropa para entrenar y las toallas para bañarnos; en Boca teníamos todo. O, antes de que arrancaran los entrenamientos, en Argentinos nos poníamos a patear o a boludear con la pelota y en Boca no te dejaban ni tocarla. Todo muy organizado, muy estructurado.
-¿Te costó esa adaptación?
-No, porque lo más importante era seguir jugando al fútbol. Hice un año en Octava y me pasaron a la categoría 81' con el Chaco Giménez y el Pelado Pérez. Me estaba yendo bien, pero llegó la oportunidad de Inglaterra.
El reino del revés: el salto a Inglaterra antes de debutar en Primera

La joven y pujante carrera de Carlos Marinelli empezó a cambiar en junio de 1999. Varios de los futbolistas de Boca fueron citados para disputar la Copa América en Paraguay y aparecieron los espacios. El coordinador Jorge Griffa entregó una lista de juveniles que harían la pretemporada con la Primera que dirigía Carlos Bianchi y el nombre de Marinelli no asomaba.
“Griffa metió a 5 enganches en esa lista y a mí me dejó afuera. Me pareció una injusticia y se lo dije; nunca fui de quedarme callado. Mi sueño era jugar en Primera. Jorge me explicó que quería que vaya a una gira por Europa con un combinado de chicos de Cuarta y Quinta. Acepté y ese viaje me cambió la vida”.
-¿Que pasó en esa gira?
-Se generó una química bárbara en el grupo y volábamos. Nunca habíamos jugado juntos. Esas giras se hacían para ver si se podía vender a alguno de los chicos que ya estaban rezagados. Yo tenía edad de Sexta. El Colo Regenhardt era el entrenador y me dio la 10. Jugamos contra Blackburn, Newcastle y la selección juvenil de Turquía y los goleamos. Lo que más nos impresionó fueron las canchas: estaban impecables. Era imposible errar un pase y cuando terminábamos no podíamos creer que los botines no estuvieran embarrados. Después nos tocó enfrentar a la Reserva del Manchester United, que tenía a Forlán, a Piqué y a Carrick y también les ganamos. Ahí me vio Alex Ferguson y me pidió que me quedara 15 días en el club. Lo último fue el 5-0 contra el Middlesbrough.

-¿Te quiso Ferguson para Manchester">