Que unas memorias de publicación póstuma lleven por título Confieso que he vivido puede sonar a broma involuntaria, a la declaración íntima de un fantasma, pero lo cierto es que la autobiografía en la que el premio Nobel chileno Pablo Neruda recorrió, con la respiración de su prosa poética, sus casi setenta años, está volviendo de manera remozada. Esta reedición contiene dieciocho textos inéditos, fotografías, manuscritos y un apéndice con tres conferencias dictadas en la Universidad de Chile. Se trata de hallazgos ausentes en la primera edición que vio la luz bajo la dictadura del sanguinolento Augusto Pinochet, seis meses después de la muerte del autor de Canto general.
Confieso que he vivido se convirtió en un éxito de librería en 1974. En sus caudalosas páginas, mostraba que, efectivamente, Neruda había tenido una vida intensa y nómade o, mejor dicho, que el artista y diplomático había emprendido múltiples vidas anudadas en un solo cuerpo, que conoció (y cantó con fruición) la pasión amorosa pero también el compromiso político atravesando tiempos convulsos, como la Guerra Civil española o el derrocamiento y la muerte de su camarada Salvador Allende.
Esta nueva edición está al cuidado del director de la biblioteca de la Fundación Pablo Neruda, Darío Oses, quien buceó en los archivos y dio con un cuaderno que reunía apuntes sobre temas que el poeta quería incorporar en sus memorias, y también con dos carpetas con escritos autobiográficos nunca publicados. En esos papeles, ahora recobrados, Neruda desgrana su visión sobre la homosexualidad de su amigo, el gran poeta Federico García Lorca, homenajea a los rusos Maiakovski y Pushkin, o narra aristas de sus vínculos con Rafael Alberti, León Felipe.
De vacaciones y consultado vía mail, Oses explica que “el proceso de esta edición ampliada comienza hace varios años, con un trabajo de minuciosa revisión y registro de los archivos de la Fundación. Entonces apareció un interesante material inédito. Allí había, entre otras cosas, una serie de poemas que se publicaron con el título Tus pies toco en la sombra, y otros materiales autobiográficos”.
En la búsqueda se halló un texto sobre el político Gabriel González Videla, con una nota de Matilde Urrutia (última mujer y albacea de Neruda), que indicaba que el escrito se había extraviado y que por eso no había sido incluido en la edición de 1974. Oses, con tino, pensó que bien podría haber otros en similar situación. “Encontramos capítulos que calzaban muy bien o que completaban, expandían o profundizaban algún relato o algún tema”, apunta. Así fue: el amante del océano y los mascarones de proa -el coleccionista de mujeres-, en el texto inédito “El caballo de la talabartería” relata, ya adulto, su regreso al pueblo de su infancia, Temuco, transformado por el paso del tiempo, y en el que sólo sobrevive el caballo de madera del local del talabartero. Escribe: “(…) sólo los ojos de vidrio del gran caballo me volvieron a fascinar. Me miraban con infinita tristeza, reconociendo al niño que había dado más de una vez la vuelta al mundo y que ahora volvía a saludarlo.” Cuando se le consulta a Oses cuál de los materiales desempolvados tiene un valor diferencial, no duda: “Hay uno breve, pero muy interesante, en el que Neruda dice: ´Si me preguntan por mi poesía no sabría qué decir. Es mejor que le pregunten a mi poesía quién soy yo´”.
Uno de los hallazgos centrales de esta versión aumentada es el escrito “El último amor del poeta Federico”, que amplía el capítulo original dedicado a García Lorca. Neruda dudó, en el momento de prever la publicación de sus memorias -que habrían de lanzarse cuando cumpliera 70 años- de incorporar las líneas en las que se refería explícitamente a la homosexualidad del poeta español. Le planteó a Matilde si el público estaría preparado para asimilar la elección sexual del poeta granadino sin que su figura artística sufriera menoscabo. Los prejuicios de la época lo inclinaban a pensar que no. “El fascismo español, como el alemán y el italiano, fueron especiales exterminadores de intelectuales”, señala Neruda, desbaratando todo argumento sexual del fusilamiento. Pero el texto no fue incluido por Urrutia y el escritor Miguel Otero Silva, a cargo de esa primera edición.
“En el círculo de amigos de Federico, que frecuenté durante los años de mi vida en España, casi no había homosexuales. (…) Más tarde, en la tertulia nuestra, estuvo siempre acompañado de un muchachón muy recio, varonil y bien plantado. Poco a poco me fui dando cuenta de que era este muchacho el persistente amor de Federico, su último amor. Se llamaba Rafael Rapín”, describe el chileno. Morirá combatiendo al franquismo.
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