Dolor crónico, fatiga constante, trastornos del sueño, ansiedad. Para quienes viven con fibromialgia (FM), la rutina puede convertirse en un campo minado. Esta patología del sistema nervioso -en la que el umbral del dolor está disminuido- provoca diversos síntomas en muchas áreas del cuerpo, lo que impacta de lleno en la calidad de vida.
"Se trata de una enfermedad reumatológica que se da por una disfunción a nivel del sistema nervioso central en la que el cerebro y la médula espinal presentan una alteración en la percepción y el procesamiento del dolor”, explica Jessica Borenstein, médica psiquiatra magister en psiconeuroinmunoendocrinología, y miembro de la Asociación Argentina para el estudio del Dolor.
La especialista, que se dedica desde hace años al diagnóstico y tratamiento de esta enfermedad, señala que los principales síntomas son los dolores generalizados de más de tres meses de evolución, fatiga, alteraciones del sueño y trastornos cognitivos.
En la semana en la que se conmemora el Día Mundial de la Fibromialgia, Borenstein respondió a Clarín qué medidas pueden implementar quienes padecen la enfermedad para mejorar su calidad de vida.
Una patología compleja
Así como una de las principales complejidades de esta enfermedad es dar con el diagnóstico (la variedad de síntomas pueden interpretarse como inespecíficos, y en la mayoría de los casos se demora años en detectarla), el tratamiento tampoco consiste en tomar un medicamento y olvidarse del tema.
“Esta es una patología compleja, el diagnóstico y el tratamiento también lo son, por eso necesitamos trabajar sobre muchas áreas para que veamos una mejoría”, ite Borenstein, que además es autora de “¿Es fibromialgia? Libro de divulgación para comprender de qué se trata esta enfermedad” (Editorial Sciens).
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El tratamiento de la fibromialgia es integral, enfatiza, y advierte que requiere de muchas herramientas para que los pacientes estabilicen su cuadro clínico. Esto no quiere decir que no se consigan avances, todo lo contrario: “Hay mucho para hacer, y los pacientes mejoran”, alienta.
Un tratamiento integral
El tratamiento integral no solamente se utiliza para casos de FM.
“Este modelo de tratamiento, hoy en día, es el que se utiliza para pacientes que tienen un cuadro doloroso, pero también para aquellos con enfermedades que en otro momento se llamaban crónicas, y que yo prefiero llamar persistentes; como pueden ser, un trastorno de piel, un trastorno gastrointestinal, una alergia, una migraña”, introduce.

E indica que se trata de integrar cuerpo-mente, idea central de la psiconeuroinmunoendocrinología, pensando el organismo como un sistema y como una red.
También aclara que dicho tratamiento integral está basado en evidencia, y es promovido por las guías de práctica clínica nacionales e internacionales.Y lo más importante de este tratamiento es la parte no farmacológica, asegura.
Más allá de los fármacos
Borenstein ite que si bien es real la efectividad de las medidas no farmacológicas, “cuando armamos un tratamiento integral para este grupo de pacientes, en general incluimos la parte farmacológica, porque muchas veces es lo que nos va a ayudar a estabilizar el cuadro clínico. O sea que cuando hablamos de tratamiento integral, también estamos hablando de fármacos”.

Aclarado este punto, indica a qué se refieren con lo no farmacológico: psicoterapia, alimentación, ejercicio físico y suplementación.
“Lo que propone el tratamiento integral, en general, está basado en dos áreas específicas que son la medicina del estilo de vida, que va a trabajar sobre todo con hábitos, y la psiconeuroinmunoendocrinología, que va a intentar regularizar este eje psico (emociones, pensamientos, conductas), neuro (neurotransmisores y neuropéptidos), inmuno (células inmunitarias) y endocrino (hormonas)”, resume.
Recientemente, en el Congreso Argentino de Psiquiatría y Salud Mental (APSA), Borenstein presentó junto a una colega un estudio denominado FIBROWALKS, realizado por un grupo de investigadores -encabezados por el Servicio de Reumatología del Hospital Universitario Vall d'Hebron (España)-, que aborda la relevancia de lo psicoterapeutico y la actividad física en el tratamiento.
Es el primer estudio en el mundo, según sus autores, que muestra una efectividad tan alta con un tratamiento multicomponente para hacer frente a esta enfermedad tan compleja.
El trabajo, en definitiva, es artesanal, y se crea entre el profesional y el paciente, sus preferencias y/o necesidades, pedidos y requerimientos.

5 pautas para un tratamiento
Psicoterapia para comprender y gestionar el dolor
La psicoterapia es fundamental, dice Borenstein, y hoy en día lo que tiene más evidencia es la terapia cognitivo conductual (TCC), para poder aprender herramientas para el manejo del dolor: “Más allá de esta orientación, lo que nosotros recomendamos en general es que hagan algún tipo de terapia con la que se sientan cómodos”.
“Yendo a las terapias, hoy en día está muy recomendado todo lo que sea terapias mente-cuerpo. Generalmente hablamos de mindfulness y también de Qigong o Chi Kung”, asegura.
Alimentación: el rol de los ultraprocesados
Con respecto a este punto, la psiquiatra indica que suelen trabajar junto a nutricionistas. “Muchas veces, para comenzar con los cambios de hábitos indicamos disminuir los ultraprocesados hasta eliminarlos, y hacer un plan de dieta que llamamos antiinflamatoria”, dice.
Actividad física: adaptada, variada y sostenida
El ejercicio físico es otra de las herramientas clave. Y aquí, la variedad es fundamental. “Antes se proponía solamente el de tipo cardiovascular; después, solo ejercicios de fuerza. Hoy sabemos que lo que necesitan estas pacientes es un mix: fuerza, estiramiento y ejercicios cardiovasculares”, indica Borenstein.
El movimiento ayuda a mejorar el ánimo, el descanso y a reducir la percepción del dolor.
Suplementación: una ayuda personalizada
La suplementación puede ser una aliada, siempre en base a los síntomas que predominan en cada paciente. “Por ejemplo, si hay insomnio, podemos indicar melatonina o valeriana. Para la fatiga, coenzima Q10 o magnesio”, detalla.
Medicamentos
En algunos casos, especialmente cuando el cuadro clínico está desestabilizado, se recurre inicialmente a medicación —como antidepresivos, antiepilépticos o fármacos para el insomnio— para estabilizar al paciente. Pero el foco está puesto en incorporar gradualmente las herramientas no farmacológicas.
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