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      Cuarentena: las miserias y la “anomia boba” que ponen en riesgo el esfuerzo colectivo

      "Nada más peligroso que un miserable asustado", dice el psicólogo Alejandro Schujman respecto de los escraches a los médicos. Los "razonamientos bobos" y el efecto dominó.

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      Coronavirus en Argentina: Alejandro Schujman y la contradicción del ser humano en pandemia.

      Primero les toco a los chinos, pero como Wuhan queda muy lejos, no me preocupe. No era mi tema. Después siguió Japón, sigue estando lejos, yo seguí mi vida, a mí no me toca. Después Italia, España, países queridos, pero lejanos también. No era para mí. Ahora tengo miedo, están tocando mi puerta.

      No hay nada más peligroso que un miserable asustado. La pandemia desnuda maravillas y miserias del género humano.

      Es una radiografía de alta complejidad de nuestras fortalezas y debilidades, claros y oscuros, del costado más luminoso y del más canalla de los seres humanos.

      Muestras hermosas de solidaridad, todos los días y de todos los tenores. Y muestras de miseria humana, en mucha menor dosis pero… El ejemplo más contundente, todos los días de esta cuarentena a las 21 aplaudimos a quienes en el momento más difícil y angustioso se exponen por todos nosotros, los trabajadores de salud.

      Pero no alcanza con el aplauso, han circulado por las redes y portales de noticias muchas historias de vecinos, que en el pleno uso de la miseria humana escrachan y hasta prohíben la entrada a los médicos a sus propias casas porque "pueden contagiar".


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      Como respuesta circuló también en redes el siguiente texto: "Un simple pedido a la gente que vive en edificios y les reclama a sus vecinos que trabajan en hospitales que se vayan: En las notas que ponen en ascensores y palieres, sean tan amables de poner sus nombres y apellidos, con DNI, de ustedes y sus familiares (si son tan guapos), así vamos armando en los hospitales una lista de las personas que deciden prescindir de la atención médica. Abrazo enorme Y váyanse bien a la concha de su madre".

      Acá me detengo, ¿me genera tristeza?, Claro que sí. ¿Me genera bronca? Por supuesto, más que bronca, me indigna, me subleva. ¿Me sorprende? No, claro que no. Y si no me sorprende es porque este costado canalla venía apareciendo desde antes del coronavirus​.

      País agrietado, si yo estoy bien, el de al lado que se joda, si está mal por algo será. Mundo de mirarse el ombligo, mundo de la no empatía. Mundo del sálvese quien pueda.


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      Y hay quienes tienen actitudes miserables como resultado del miedo, pero son buena gente en esencia, y hay quienes son canallas y como producto del miedo escalan niveles en su falta de sensibilidad y empatía. Para este segundo grupo creo yo no hay remedio.

      El problema más grande no es el coronavirus, sino lo que él pone en evidencia del género humano 

      La "anomia boba" en tiempos de pandemia

      Carlos Nino fue un abogado constitucionalista y formó parte del gobierno de Raúl Alfonsín.

      En uno de sus libros introdujo el concepto de "anomia boba" para explicar este rasgo tan argentino de desoír la norma, en la tendencia pícara a la transgresión, marcando las consecuencias que esto tenía sobre el cuerpo social.

      Hoy más que nunca, para nosotros como sociedad, esta anomia boba es tan peligrosa como el virus mismo.

      Hace unos días el gobierno anunció que estaban evaluando la posibilidad de que la gente pudiera salir a hacer actividad física a los espacios abiertos.


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      Quedó claro para cualquiera con mínima capacidad de comprensión que no era un permiso dado, que se estaba estudiando.

      Pero en la anomia las consecuencias no importan, somos inimputables, y lo que hago es sin medir qué efectos tiene, porque el pícaro transgresor busca un beneficio íntimo, egoísta, especulando con cumplimiento que el resto hace del contrato social.

      "Yo salgo a correr, total no me va a pasar nada porque no va a haber nadie, confío en que el resto de la sociedad no va a salir".

      Lo trágico, es que muchos usan el mismo "razonamiento bobo", entonces tenemos cientos, o miles corriendo por los bosques de Palermo.

      Queda en riesgo todo la población, efecto dominó, anomia boba en tiempos de pandemia​.

      Somos un pueblo infantil. El trabajo de los padres es poner límites, el de los hijos intentar romperlos. Y está bien en el plano familiar. Un niño puede comer caramelos sin medir que le va a doler la panza. Es niño, no tiene el registro de lo peligroso.

      Nosotros somos adultos. Pero no ejercemos. Como cuerpo social "estamos como estamos porque somos como somos".


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      Hay desde el 20 de marzo pautas claras de cuidado, aislamiento social preventivo obligatorio. Deberemos cuidarnos un tiempo más de esta forma. El límite como cuidado, nos guste más, o menos.

      Y en esta pandemia hemos visto un decálogo de las transgresiones más inverosímiles de nuestro pueblo. Amantes escondidos en el auto de un baúl pampeano, asados suicidas en Loncopué, filas de autos para entrar a la costa Atlántica en Semana Santa.

      Digo, la mayoría entendimos, y aunque nos cueste, aunque el esfuerzo sea mucho, acatamos y nos cuidamos. Y en lo personal me emociona y da orgullo ser parte de esta historia. Aunque extrañe los abrazos, a mis amigos, a mis amores esenciales, pero ya vendrá y más pronto si hacemos las cosas bien.

      Qué hacer entonces con esa minoría que pone en riesgo a la mayoría. Decía más arriba que es menester diferenciar a los que por temor reaccionan insensatamente y, por ejemplo, escrachan a los médicos, a aquellos que además del temor le suman un elemento miserable y canalla.

      Para este grupo, nada por hacer. O mejor dicho, sí, hay algo. Dejarlos en absoluta evidencia, sancionar, denunciar, mostrarles lo solos que están. Porque al asustado podemos calmarlo, y pasarlo al bando de los sensatos.

      Que también estamos asustados, ¿porque quién no lo está por un motivo o por otro? Pero el miedo no nos gobierna, y priman los instintos de autocuidado y solidaridad.


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