Una torcedura, una mala pisada, un movimiento brusco. Cuando una articulación se estira más allá de su capacidad, es forzada a moverse en una posición antinatural, y pueden romperse o lesionarse los ligamentos que son los que conectan los huesos y que están alrededor de esa articulación.
Si bien muchas personas, al comprobar que no se trata de una fractura, se dejan estar a ver si la molestia se pasa sola, lo cierto es que este tipo de lesiones deberían ser identificadas por grados, atendidas a tiempo y resueltas mediante una rehabilitación. El riesgo es que se vuelvan crónicas y que sea necesaria una cirugía.
Una lesión frecuente
Los esguinces son algo frecuente. De hecho, se estima que alrededor de dos millones de personas en el mundo sufren un esguince de tobillo cada año, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
A nivel local, si bien no hay cifras exactas, expertos iten que también es algo muy corriente.
“Las consultas por esguinces ocupan un lugar importante en las guardias hospitalarias, especialmente en épocas de mayor actividad física, como el verano o durante competencias deportivas escolares”, ite Hernán Barrachina, médico del servicio de Traumatología del Hospital de Clínicas de la UBA.
Esguinces: 3 grados
La intensidad del trauma va a determinar el tipo de lesión. No es lo mismo una distensión, que una ruptura parcial, o una ruptura completa. Eso va a definir la gravedad del esguince, y el tipo de tratamiento.
“En términos simples, los esguinces pueden clasificarse en tres niveles: leves, moderados y graves. Un esguince leve implica un estiramiento o una rotura mínima de las fibras del ligamento. En los casos moderados, hay una rotura parcial de las fibras, mientras que en los graves se produce una rotura completa que puede dejar la articulación totalmente inestable”, dice Barrachina.
Y añade que aunque cualquier articulación puede sufrir este tipo de lesión, el tobillo es el principal afectado, especialmente durante actividades deportivas o movimientos cotidianos mal realizados.
¿Cómo saber si me esguincé?
El profesional reconoce que no siempre es fácil de identificar en el momento que lo que sufrimos es un esguince.
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“Si sufriste una torcedura, una mala pisada o un movimiento brusco, hay algunas señales que pueden ayudarte a identificarlo. El dolor aparece casi de inmediato, y suele intensificarse al mover la articulación o apoyar peso sobre ella. También es común que la zona se hinche, se vuelva sensible al tacto y, en algunos casos, aparezcan hematomas”, precisa el traumatólogo.
También agrega “otro signo a tener en cuenta es la sensación (o incluso el sonido) de un chasquido en el momento de la lesión".
Tratamiento
Hay varios “niveles de tratamiento”. El inicial consiste, tal como dicta el sentido común, en seguir las recomendaciones clásicas del método RICE: reposo, hielo, compresión y elevación.
Barrachina indica que más allá de los primeros auxilios, es crucial la consulta para evaluar un eventual tratamiento.
“Por lo general, el 90% de los esguinces no asociados a luxación, se resuelven con tratamiento médico, acompañado de fortalecimiento, rehabilitación, analgésicos y reposo. De esta manera, se busca restituir o que cicatrice el ligamento dañado”, señala.
Sin embargo, esto puede no ser suficiente. “Muchas personas creen que, una vez que el dolor disminuye, ya están curadas. Pero si no se realiza un tratamiento adecuado y, sobre todo, una rehabilitación específica, las probabilidades de sufrir nuevos esguinces o desarrollar problemas crónicos, como artrosis o inestabilidad permanente, aumentan significativamente”, advierte.
El profesional señala que hoy día, hay nuevas terapias que no implican la cirugía como el plasma rico en plaquetas o las células madre, sobre los que se está investigando.
Pautas de prevención
En palabras del traumatólogo y como suele decirse, prevenir es mejor que curar.
Y una de las estrategias más efectivas es el fortalecimiento de los músculos que rodean las articulaciones, acompañado de una adecuada rutina de estiramientos. También es fundamental usar calzado apropiado para cada actividad y evitar superficies peligrosas, recomienda.

En el caso de los deportistas, se aconseja incorporar ejercicios de propiocepción, que ayudan a mejorar el equilibrio y la coordinación, disminuyendo así el riesgo de lesiones. Y para quienes han sufrido esguinces previos, el uso de soportes o vendajes funcionales puede ser una medida complementaria útil.
Si bien en los adultos mayores la preocupación suele estar asociada a fracturas, que pueden dejar en evidencia una osteoporosis no diagnosticada, aquellos con pie cavo (con un arco muy pronunciado) tienen más chances de padecer esguinces.
“Los esguinces no deben tomarse a la ligera. Más allá del dolor inmediato, las consecuencias de una mala recuperación pueden afectar nuestra calidad de vida a largo plazo”, alerta.
Y añade, para cerrar, que ante cualquier sospecha, es fundamental buscar atención médica y seguir al pie de la letra las indicaciones de los especialistas. Una articulación sana y estable siempre será el mejor aliado para mantenernos activos y en movimiento.
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