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      Paula Pérez Alonso: “Odio decir 'mascota', cosifica al animal como si fuera un objeto para entretenerte”

      La protagonista de "Kaidú" se enamora del perro de su pareja. ¿Existen límites para el amor?

      Paula Pérez Alonso: "Odio decir 'mascota', cosifica al animal como si fuera un objeto para entretenerte"La escritora argentina Paula Pérez Alonso. Foto Germán García Adrasti

      ¿Existen realmente límites en el amor? ¿Y entre lo humano y lo animal? Aína conoce y se enamora Juan, y a su vez conoce al perro de Juan, Kaidú, con quien también nace una relación de amor. A partir de eso, todas sus ideas –sobre los afectos, sobre cómo vivir con el otro, sobre cómo habitar el mundo– se trastocan.

      Este es el viaje amoroso y vital que propone la escritora y editora Paula Pérez Alonso en Kaidú, su quinta novela, una historia que condensa con ternura y aparente sencillez, en esta relación entre una mujer y un perro, ideas poderosísimas para pensar una nueva manera de reinventar lo humano en tiempos donde el quiebre con el mundo de la naturaleza parece precipitarnos a un futuro desolador.

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      –Hay una observación tan minuciosa como amorosa de Kaidú, de sus “capas” y “pliegues”. ¿Qué te interesaba explorar en la novela a partir de esa observación que partió de un perro real?

      –No tomé notas, pero cuando algo me causa una impresión muy fuerte, como pasó con el Kaidú real, puedo reproducir cosas en una escala mínima, soy muy observadora. En ese sentido quise transmitir que si bien no es Aína quien adopta a Kaidú, es quien lo descubre en ese nivel tan íntimo, detallado.

      La libertad, para ella, aparece sin salir de la puerta de su casa, se le revela que se puede conocer al otro sin entenderlo, y amarlo sin racionalidad…

      –Toda la novela ahonda en cómo relacionarnos con otro, en preguntas filosóficas muy profundas.

      –La narradora tiene la necesidad de ver qué es esto que le pasa, esto de salirse de los formatos, de lo que se supone que estás programado para ser. Por eso las disquisiciones sobre lo que va leyendo, de Darwin a autores modernos como John Dupré. Kaidú la obliga a vivir el presente. Que es todo lo que tenemos. Y ella entiende, también a través de estas lecturas, que el factor para impulsar la evolución es la cooperación y no la competencia.

      Paula Pérez Alonso estudió Periodismo y Letras, y es editora de Planeta. Foto Germán García AdrastiPaula Pérez Alonso estudió Periodismo y Letras, y es editora de Planeta. Foto Germán García Adrasti

      –Kaidú le enseña a Aína “una nueva manera de estar” donde “la vida puede asumir infinitas formas”. En ese sentido, es un maestro para Aína.

      –Es una suerte de sensei japonés: sin que ella se dé cuenta, la va induciendo a ir liberándose de todas estas convenciones que tiene para pensar el mundo. Y para encontrar su aspecto animal. Y finalmente, cuando se queda a solas con él, lo encuentra, y deja de pensar “qué es esto” o “qué me pasa”: se entrega a la situación. Kaidú le enseña que la vida es mucho más amplia, que no es sin el otro, es con el otro. Eso le cambia la mirada.

      –“El hombre se ha erigido en el rey de los animales, pero solo, ¿qué es? Tampoco es nada”, dice Aína. Vivimos un momento donde se empieza a cuestionar el especismo desde diferentes ángulos.

      –Donna Haraway –una filósofa que también me influyó mucho– habla en su Manifiesto de las especies de compañía, que no es lo mismo que el sistema: la red es dinámica, va cambiando, integra cosas. Te va enriqueciendo y obligando a no ir con las anteojeras puestas.

      Ella dice: las pestes van a seguir, las pandemias, los virus, hay que convivir con eso. Pero no hay que pensarlo como el fin del mundo. Tampoco como una cuestión mesiánica, sino que hay que ir de a poco, estableciendo otro tipo de relaciones. Y poniendo el tema de la igualdad en la discusión: es inevitable que empecemos a cambiar nuestros hábitos y nuestras formas de ver.

      "s inevitable que empecemos a cambiar nuestros hábitos y nuestras formas de ver", considera Paula Pérez Alonso. Foto Germán García Adrasti"s inevitable que empecemos a cambiar nuestros hábitos y nuestras formas de ver", considera Paula Pérez Alonso. Foto Germán García Adrasti

      –¿Estamos a las puertas de una nueva relación con los animales, menos jerárquica, posesiva y cruel?

      –Vivimos en una época donde están cayendo muchos ropajes, el hueso está quedando al descubierto. A mí me encanta ver cómo los jóvenes están muy involucrados con lo animal, con la alimentación. Están dispuestos a dar batalla por estas causas.

      Tenemos una matriz donde el discurso del dominio lo impregnó todo. Eso está puesto en cuestión en la novela porque un mundo sin jerarquías te obliga a mirar todo de otra manera.

      ¿Qué pasaría si no existiera el afán de dominar? Nos hemos encaramado en ese lugar central entre las especies, y lo que terminamos destruyendo nuestros propios recursos. Entonces, ¿puedo hacer como que no lo veo y seguir viviendo como antes? Yo creo que ya no se puede.

      –Ese mundo sin jerarquías es el que Kaidú le muestra a Aína.

      –Primero Juan lo establece con Kaidú, eso de tratarlo como un par, darle la mayor autonomía posible, y al mismo tiempo considerarlo, pensar si realmente Kaidú quiere ser adoptado, cobijado, domesticado, si no extraña la calle donde vivió dos años. ¿Está feliz Kaidú ahí o no? Y se va dando cuenta que Kaidú elige ser querido, ser cuidado.

      Paula Pérez Alonso se pregunta: "¿Qué pasaría si no existiera el afán de dominar